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El trabajador, el merecedor de respeto

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El colega Arturo Chang publicaba por estos días el texto «En la multitud, un rostro», donde realzaba la importancia y el respeto que merecen los tantos trabajadores anónimos, la mayoría, quienes día a día cumplen en Cuba con su deber.

Y al comentar el artículo, supe por un testigo presencial de una de esas muestras ejemplares de respeto.

Resulta que, a propósito de una visita de Nicolás Guillén a Ciego de Ávila, allá por los años 80, se desplegaban preparativos de organización, embellecimiento. Y justo cuando en el hotel donde se alojaría limpiaban con ahínco el recibidor, se personó el Poeta Nacional en la entrada.

Al ver la figura del hombre avanzar por el pasillo húmedo, la señora que pasaba la frazada con esmero solo atinó a gritarle: ¡Oyeee, coge por la orilla! ¿Tú no ves que está mojado, chico?

Varios de los acompañantes del poeta ya iban a arremeter contra la mujer cuando Guillén levantó la mano pidiendo a todos que se detuvieran y les aclaró convencido:

Ella tiene razón, hay que respetar su trabajo.

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