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Cuando la tradición se mira con los ojos del asombro

Por: Manuel Eduardo Jiménez Mendoza.

La emoción le llega todavía intacta a la voz. No es difícil imaginarla: una adolescente que, sin proponérselo del todo, terminó colocando su nombre junto al de artistas con una larga trayectoria dentro y fuera del país. Para Esthefany Acevedo González, participar en el XXVII Concurso de Afiches de Parrandas 2025 fue ya un salto al vacío; ganar dos premios colaterales —el del Museo de las Parrandas y el otorgado por la Asamblea Municipal del Poder Popular junto al Consejo de la Administración Municipal— fue una sorpresa que aún intenta asimilar.

“Realmente estaba muy emocionada y sorprendida”, confiesa. Era la primera vez que presentaba una obra públicamente, y además en un concurso donde era la única adolescente entre artistas profesionales, muchos de ellos con una historia sólida dentro del arte de los carteles. La sensación inicial fue una mezcla de incredulidad y orgullo, como si la obra hubiera hablado por ella antes de que pudiera hacerlo.

El afiche «Vencedora 2025» nació con una intención clara, reunir en una sola imagen la complejidad de una tradición que se construye desde la rivalidad y la unidad. Esthefany explica que quiso recoger la cultura, la tradición y las características de ambos barrios, porque —aunque rivales— conforman un pueblo que se reconoce a sí mismo en la parranda. “Esa rivalidad es parte del sentir de cada remediano”, dice, y en su obra se percibe ese choque necesario que no divide, sino que define. Curiosamente, Esthefany no nació ni vive en Remedios. Sin embargo, la distancia geográfica nunca fue un obstáculo para el vínculo emocional. En su familia, las parrandas siempre han sido seguidas de cerca, casi como un ritual heredado. “Personalmente siempre me he sentido atraída hacia ellas”, afirma, y esa atracción se transformó, con el tiempo, en imágenes, símbolos y colores que ahora dialogan con la tradición desde una mirada joven.

El proceso creativo fue tan intenso como apresurado. Se enteró de la convocatoria apenas siete días antes de la fecha tope de entrega. El tiempo jugó en su contra y, al mismo tiempo, la obligó a decidir. “Tenía muchas ideas, pero solo podía expresar una”, recuerda. Ese límite provocó un bloqueo creativo inicial, hasta que logró ordenar sus pensamientos según lo permitido por las bases del concurso. A partir de ahí, surgió el boceto base y, como piezas que encuentran su lugar, comenzaron a acomodarse los elementos: los símbolos de cada barrio en su choque tradicional, las banderas, los colores enfrentados, el gallo y el gavilán, la Glorieta del Carmen y los referentes arquitectónicos del casco histórico, ese escenario donde cada diciembre la ciudad se reinventa.

Cuando supo que su obra había merecido el premio colateral del Museo de las Parrandas, las emociones se superpusieron. “Fue una mezcla de sorpresa, emoción y sentimientos”, resume, sin intentar ponerles nombre a todos. Poco después llegó el segundo reconocimiento, el que otorgan la Asamblea Municipal del Poder Popular y el Consejo de la Administración Municipal, y con él una dimensión distinta del logro. “Es un gran honor para mí; no pensé llegar tan lejos. Siento que es el reconocimiento a la representación de un pueblo entero”.

Detrás del resultado no hay academias ni maestros formales. Esthefany es autodidacta. Nunca ha tenido la guía directa de un profesor o un profesional de las artes; su aprendizaje ha sido un camino solitario, acompañado por tutoriales, redes sociales y el intercambio generoso de muchos artistas que comparten sus saberes en internet. Aun así, no camina sola. Reconoce el apoyo constante de sus padres y de su hermana, y menciona con especial gratitud a Juan Carlos Hernández, subdirector del Museo de las Parrandas, quien la recibió y decidió orientarla desde el primer momento en que la conoció. Ese gesto, aparentemente sencillo, fue también una validación.

Cuando se le pregunta por los elementos que considera más conectados con la tradición parrandera dentro de su obra, vuelve a insistir en la idea de totalidad: no se trata de un símbolo aislado, sino del conjunto. El choque de colores, los emblemas de cada barrio, la arquitectura y el espacio urbano dialogan para contar una historia que no pertenece a un solo bando, sino a toda la ciudad.

El futuro, para Esthefany, tiene forma de deseo. Quiere estudiar, perfeccionarse, aprender nuevas técnicas y explorar el vasto y complejo mundo de las artes plásticas. Hasta ahora no ha tenido la posibilidad de ingresar a una escuela de arte ni de encontrar un profesional que la guíe de manera sistemática, pero eso no ha apagado su vocación. Al contrario, la ha vuelto más insistente.

A otros niños y adolescentes que sienten inquietudes similares, les deja un mensaje directo y sin adornos: que no se rindan, que sigan sus sueños, que muestren su obra al mundo y no se sientan inferiores. “Donde vean la mínima oportunidad de demostrar su talento, que no lo piensen, que vayan directo a por ella”.

Su gran sueño es seguir creciendo y que, en cada nueva obra, pueda representar la tradición del pueblo remediano en su máxima expresión. Quizás ahí esté la verdadera victoria de «Vencedora 2025», no solo en los premios recibidos, sino en haber demostrado que la parranda también se hereda por intuición, por amor y por la mirada limpia de una muchacha que, con apenas 14 años, ya dialoga con una de las tradiciones más profundas de la cultura cubana.

Texto e imágenes por: Manuel Eduardo Jiménez Mendoza

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