Tenemos alas… y mucho corazón
«Tenemos alas»», tema de la ceremonia de apertura, y más que el simulacro de lo que acontece en un aeropuerto, expresó con nitidez que los Juegos Paralímpicos dan gran sentido de identidad, es por lo que sus participantes sienten deseos reales para vivir y crear.
Fue sencilla la representación, sin alardes de tecnología que no estarían acordes con el momento crítico en que se halla el mundo, pero puso de relieve la alegría de cada uno de los paratletas, desde la primera delegación que desfiló, la de los Refugiados, como reconocimiento a su tesón por practicar deportes.
Los campeones preolímpicos cubanos, la corredora Omara Durand y el nadador Lorenzo Pérez, llevaron en alto nuestra bandera y mientras desfilaron aparecieron en la pantalla del Estadio Olímpico los nombres de las 16 integrantes de la comitiva, en una acción por la que pasaron los 160 colectivos, y el cierre por parte de Japón, la delegación más numerosa.
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Son las estrellas cada cuatro años, y la belleza de estos Juegos es que cada competidor, con su distintiva discapacidad y su aspiración única, hace su mejor esfuerzo y explota su potencial al máximo. Esta cita es un aliciente para lograr los sueños.
Una representación de seis figuras con méritos durante sus carreras, ya retirados, portaron la bandera japonesa para izarla en el asta, donde ondeará en el Estadio Olímpico, donde ondearon todas las banderas y hubo una noche para los fuegos artificiales, mientras en el escenario se producía una coreografía en alusión al vuelo del avión con una sola ala, como señal de los paralímpicos.
Seiko Hashimoto, presidente de Tokio, agradeció la contribución de los que colaboraron a estos juegos que ayudaron a la unión del país. Finalmente Andreus Parson, titular del Comité Paralímpico Internacional dijo que cuando el mundo se una para luchar contra la pandemia, habremos cumplido nuestro deseo de realizar este evento con la necesaria tranquilidad. Agradeció a Japón por su gran esfuerzo organizativo.
