Cultura

Son por todos y para todos

La Unesco reconoce la práctica del son cubano —y no solo la expresión musical— porque el patrimonio cultural inmaterial se centra en los procesos vivos que sostienen una tradición. Lo que se protege es el conjunto de saberes, hábitos, rituales y modos de transmisión que permiten que el son exista y se renueve. 

Importa porque se toca, se canta, se baila y se aprende en comunidad, como parte de los discursos identitarios y de la continuidad cultural entre generaciones.

La inclusión en la Lista Representativa confirma esa dimensión social y simbólica. 

No es un premio a la nostalgia ni un gesto retórico, sino el reconocimiento a una manifestación que ha acompañado la historia cultural de Cuba desde sus raíces orientales hasta su expansión urbana. El son es mestizaje, memoria y diálogo entre culturas, además de una matriz fundamental de la música popular cubana y latinoamericana.

Su vigencia se constata en múltiples espacios: fiestas populares, peñas, agrupaciones barriales y proyectos comunitarios, así como en academias informales donde los jóvenes aprenden observando a los mayores. Ahí radica su impacto comunitario: el son crea pertenencia, refuerza vínculos sociales y promueve una ética del compartir que trasciende el escenario, como práctica cotidiana que organiza la vida cultural.

La declaratoria de la Unesco es, sobre todo, un compromiso. Reconocer la práctica implica proteger a sus portadores, los espacios donde se cultiva y los mecanismos de transmisión que la sostienen, evitando su banalización y fortaleciendo su raíz popular. 

Que el son sea Patrimonio de la Humanidad invita a cuidarlo desde abajo, allí donde sigue vivo: en la gente.

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