Ser zurdo

Hace mucho tiempo ser zurdo no era bien visto, incluso condenado y castigado. No hace tanto de eso, en realidad. Mi tía Silvia siempre cuenta cómo en la escuela primaria, allá por los años 50 del siglo pasado, la maestra le golpeaba con una regla o la ponía de penitencia para que cambiara de mano porque no estaba bien ser de otra forma que diestro.
Claro que era ignorancia y maldad, como suele suceder con mucho de lo distinto o minoritario. Pero aquella maestra rural de un pueblito pinareño no comprendía que la diferencia no es monería y no es sano reprimirla, pues lo que causó con su comportamiento injusto fue que mi tía creciera con un trauma solapado y se forzara a ser ambidiestra, aunque serlo no es malo sino el camino.
Está demostrado que esta actitud de represora puede dificultar la coordinación y retrasar el aprendizaje.
Ser zurdo es un impulso. Investigaciones al respecto indican que tiene elevado componente genético la predominancia del uso de las extremidades del cuerpo. Por tanto, puede que la zurdera de mi tía sea hereditaria, y de igual forma la de mi hermana. Esto sugiere que mi familia Cabezas tiene en el ADN impresa la preferencia por la mano izquierda porque mucha casualidad cercana no puede ser.
Esta inclinación viene determinada por el cerebro. Claro, es donde se genera la orden, como todo en nuestro organismo, y por tanto, obedecemos. Por eso resulta una aberración contener esa habilidad que tiene alto por ciento de estar relacionada con una manifestación biológica, con la manera que encontró el sistema nervioso de organizarse.
Porque este es un mundo de gente derecha es que los zurdos han sido estigmatizados, asumidos como inferiores. La iglesia lo condenaba y discriminaba, y los mitos supersticiosos se arrastraron por muchos años. Afortunadamente la humanidad entendió, con ayuda de la evolución y libertad del pensamiento, además de la ciencia, que ser zurdo no es un error, no está mal ni es un defecto.
De entre todo lo que se decía con peso negativo está que el cerebro de una persona zurda no funciona igual, pero los expertos indican que la diferencia es mínima. Lo mismo sucede con aquello de que no desarrollan bien las habilidades o que pueden tener problemas cardiovasculares. Ambos ejemplos son inciertos.
Es real que la vida práctica está diseñada por diestros. Los zurdos se adaptan, pero en no pocas ocasiones con incomodidad. Por ejemplo, es inusual que encuentren pupitres, tijeras o abrelatas para ellos y muy común que se manchen las manos por la orientación de la escritura. Esto puede generar complejos y frustraciones, sobre todo en la niñez porque ya luego encuentran acomodo y hasta aprenden a dominar el mouse de la computadora.