Cultura

El idioma español enredado en las redes

Hay una percepción extendida de que el español sufre un desgaste evidente en los muros de Facebook. 

Y no por faltas puntuales, sino porque se percibe una modificación en la forma en que se escribe, se acorta o mezcla, a la vez que el lenguaje queda despoblado de precisión y matices. 

Esa apreciación tiene soporte en investigaciones y documentos institucionales que analizan la evolución de la lengua en entornos digitales. 


Imagen: Adobe Stock

En Facebook conviven varias dinámicas: el lenguaje de reacción inmediata, abreviado y a menudo anclado en fórmulas breves; la proliferación de anglicismos y tecnicismos importados; y el uso de modismos o grafías ajenas a la norma, que se propagan por contagio viral. 

Estudios académicos muestran que la inmediatez y la interacción informal favorecen abreviaturas y trucos ortográficos que, trasladados del chat a los espacios públicos, contribuyen a la normalización de usos no estándar. 

Un análisis sobre abreviaturas en Facebook documenta cómo la necesidad de “codificar rápido” altera la escritura habitual: “q tal? tngo q decirte algo, llm” “ese post kdó super cool”; “ pq no dicen la vdd?”.


Ilustración: tomada de infobae.com

Estos ejemplos no son ataques a nadie, sino pequeñas señales de alarma sobre hábitos que, repetidos millones de veces, remodelan expectativas sobre cómo debe escribirse.

La Real Academia Española y la Asociación de Academias (ASALE) reconocen la evolución del idioma y la aparición de neologismos y usos digitales, pero también advierten sobre riesgos para la coherencia y la enseñanza formal. 

En 2024-2025 documentos y declaraciones públicas de la RAE y de la ASALE subrayan la necesidad de vigilancia y estudio frente a transformaciones aceleradas por medios digitales.

¿Qué gana y qué pierde nuestro idioma?

En positivo, Facebook y las redes en general han democratizado la escritura multiplicando la participación, la creación de comunidades y la emergencia de voces que antes no encontraban espacios. 
Nuevas formas expresivas -emojis, metonimias, neologismos- enriquecen la lengua y reflejan realidades sociales hasta ahora inéditas. 

Pero, se pierde precisión y, en ciertos sectores, capacidad de argumentación escrita; la ortografía y la puntuación se resienten, y la exposición constante a formas condensadas puede correlacionarse con problemas en el aprendizaje formal del castellano, según investigaciones sobre lenguaje virtual y ortografía en adolescentes.


Tomado del perfil en Facebook de Wilson Augusto Sánchez Arellano 

Otro efecto bien documentado es la oleada de anglicismos y extranjerismos que Facebook impulsa: términos técnicos o de moda se integran con rapidez y generan tensiones entre la unidad de la lengua y la necesidad de nombrar nuevas realidades. 

Indagaciones sobre anglicismos en redes sociales muestran su frecuencia y su potencial para entrar en corpus académicos si su uso se consolida.

Mirando hacia adelante, las perspectivas son duales: En una cara de la moneda, la presión normativa y los esfuerzos de instituciones como la RAE y el Instituto Cervantes -que han aumentado su presencia en plataformas digitales y promueven observatorios de neologismos- apuntan a un intento serio de acompañar y registrar el cambio sin renunciar a criterios de cohesión. 

En el anverso de la moneda, la tecnología continuará imponiendo ritmos y formatos que favorecen lo breve y lo multimodal: el texto puro pierde terreno frente a la imagen, al vídeo y a los stickers, y eso podría cambiar qué competencias lingüísticas se priorizan en la práctica cotidiana.


Imagen: captura de pantalla

El “deterioro” no es necesariamente grave ni uniforme. Hay erosión en determinados registros, sobre todo en la escritura pública y escolar, pero también hay reinvenciones legítimas.
 
La responsabilidad es compartida: medios, plataformas, docentes y hablantes han de conjugarse para que la normalización digital no se convierta en desprecio por la claridad, la ortografía y la riqueza expresiva. 

Para ello hacen falta políticas educativas que integren el lenguaje digital, observatorios que documenten cambios y campañas de alfabetización lingüística adaptadas al siglo XXI.

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