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Ser lo que queremos y podemos ser

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En mi registro Guinness personal del ridículo, tengo archivado lo que se publicó en un órgano de nuestra prensa, no hace tanto tiempo, si mal no recuerdo en un mes de diciembre.  El país, en su expansión de la industria sin humo, había logrado alcanzar en ese momento, antes de fin de año, la cifra de dos millones de turistas.  Era una muy buena noticia.

Pero ese día el periódico trajo»€¦ ¿se recuerdan ustedes? Trajo nada más y nada menos que una nota oficial del Ministerio del Turismo, en la consabida prosa, anunciando en primera plana que a Cuba había llegado el turista número dos millones.

Un turista sin nombre.  Un turista sin país ni nacionalidad ni sexo ni edad ni rostro.  Un turista sin un ramo de flores y un trago de bienvenida.  Un turista sin una sonrisa que nos saludara desde la prensa, y que llegara con esa alegría al mundo, vía Internet, para decirle que acababa de arribar a una tierra a la cual era una felicidad viajar.  Esa oportunidad se perdió.  Su lugar lo ocupó la nota de un organismo.

Comienzo por esta anécdota, y por la moraleja que ella encierra, para recordarnos a todos que no podemos esperar por que los factores externos a la prensa contribuyan a que haya periodismo y a que éste realice el perfil editorial que corresponde a cada órgano.

Si alguno lo hace, perfecto. Si podemos ayudar a que otros lo entiendan, o a que avancen en su comprensión, claro está que debemos hacerlo. Pero siendo hermanos de una misma causa, hemos de reconocer que nuestras percepciones e ideales sobre lo que debe hacerse en la prensa son a menudo diferentes. Eso, a fin de cuentas, es típico de toda prensa y no solo de la socialista.

Yo sé lo que ustedes están pensando ahora mismo.  Están pensando que, en esa disparidad, el poder y la capacidad de decisión la mayoría de las veces están del otro lado y no del lado nuestro.  ¿Correcto?

Bien, ese es un hecho.  Pero si nosotros queremos que este tema «€”que hemos debatido tantas veces y que vuelve por sus fueros»€” tenga alguna utilidad y no se disuelva en una catarsis estéril, debiéramos proponernos un ejercicio mental que separe, aunque sea un poco de manera artificial , lo que nos corresponde internamente a periodistas y directivos para realizar un perfil que nos identifique, que tenga personalidad, que cumpla objetivos propios, que ofrezca variedad y que dé respuesta a los intereses diversos de públicos distintos.

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Las claves de lo que se pudiera hacer, o continuar haciendo, o fortalecer en el plano interno son, a mi juicio, las siguientes:

  1. Ser proactivos y no abandonarnos a la espontaneidad.

Como ya vimos, y conocemos por experiencia, la presión que viene de nuestras fuentes, del entorno institucional, tiende muchas veces hacia la homogenización y la instrumentalización de la prensa. Nosotros no debiéramos limitarnos a reaccionar frente a ese discurso, con el que a veces no podemos hacer nada. Es preciso actuar y salir ante la opinión pública, en todos los espacios donde esto sea posible, como órganos de la sociedad y del Partido que saben lo que hacen, que tienen sus propios planes, sus propios objetivos y un discurso mucho más efectivo que aquél burocrático.

Esto es estratégico. Es nuestra mejor arma para persuadir y educar a los organismos y a la sociedad sobre cómo encaminar las relaciones con la prensa. Aquí es fundamental el papel de los cuadros y de los colectivos. Hay que desarrollar nuestras fortalezas, ante todo, la autoridad que surge de un trabajo serio, de calidad, sin equivocaciones.

Hay que tener un sistema de trabajo interno, en particular de planificación, que potencie esos elementos. Hay que elaborar y utilizar herramientas como los perfiles editoriales y las cartas de estilo. Si nos dejamos llevar por la espontaneidad, o la confundimos con la disciplina, está claro que nuestras aspiraciones en cuanto a perfil se las llevará la corriente.

  1. Abrir espacio a una mayor participación de los periodistas.

Esto es política establecida, como todos conocemos. Está incluso reconocido en nuestro Código deontológico. Los periodistas, individual y colectivamente, representados por la pec, tenemos derecho a participar en la elaboración, la ejecución y el control de las políticas editoriales. Estimular esa fuerza de contrapartida interna, sumar todo ese talento y capacidad crítica en función de la realización del perfil que nos corresponde, puede ser una fuente de eficacia y de búsqueda de ideas de trabajo muy útiles.

  1. Estimular al grupo de periodistas que puede marcar la diferencia con trabajos de sello más personal.

En todo periódico o revista existe, como sabemos, un cierto número de periodistas que, por su nivel de desarrollo profesional, por los temas que habitualmente tratan y por su reconocimiento público, son los que deciden que ese órgano de prensa logre, en su conjunto, los contenidos, el estilo, el tono, la imagen visual y el balance que componen el perfil editorial.

No importa que uno esté en la información nacional, otro en el deporte u otro en la cultura: hay que buscar un mecanismo que potencie el efecto de ese grupo. El resto de los periodistas son desde luego importantes y se debe trabajar con todos ellos, aunque no marcan la diferencia. Estos, sí. Se les debiera alentar a que desplieguen un sello más personal y a que fortalezcan sus espacios.  Hay muy sólidos ejemplos en algunos periódicos y revistas que se pudieran citar. Una buena firma a veces cambia por completo la imagen de una edición.

  1. Mover con más frecuencia el arsenal de recursos que posee la prensa, entre ellos el humor y la ironía.

La impresión de que «€œtodos los periódicos dicen lo mismo»€ o de que «€œeste periódico parece escrito por una sola persona»€, en muchas ocasiones no responde a ninguna presión externa ni a nada semejante. Es resultado de la inercia, de la rutina, del arraigo de un estilo periodístico que busca imitar el discurso político y asimilarse a él. Esto último requiere que le dediquemos al menos dos frases.

Nosotros, como revolucionarios y militantes, compartimos la política y luchamos por ella. Pero nuestra forma de hacerlo y nuestro discurso debieran ser distintos. Es un vicio burocrático que nos invade. Todos somos por eso demasiado serios y demasiado editorialistas. Se nos olvida que existe el humor, la burla, el sarcasmo, y que la prensa en sí misma dispone de muchos recursos para tratar de modo variado los temas de la realidad.

  1. Jerarquizar en su justo medio el valor amenidad.

Hace ya casi un siglo que los primeros teóricos de la comunicación definieron las 4 o 5 funciones principales de la prensa, e incluyeron entre ellas, casi siempre al final, la de entretener. Me atrevería a afirmar que no hay realización de un perfil editorial ni autorreconocimiento de un público en un periódico o una revista, si estos no están mediados por la capacidad de este para brindar  amenidad a quienes lo leen.

No es un ingrediente menor, ni se resuelve tampoco poniendo un crucigrama o un acertijo en una esquinita de la última página. Tiene que estar sustanciada en la masa de la publicación. En sus materiales fundamentales. El ser humano, en definitiva, no es solo el «€œanimal político»€ de que habló Aristóteles, es también un ser psicológico que posee sentimientos, curiosidad y motivaciones. Cada lector, en fin, necesita a un Luis Hernández Serrano, y no digo más.

  1. Darles voz y presencia a los que nos leen.

Si presumimos un público, al cual nos dirigimos, ¿por qué no dejarlo que él se vea y se reconozca en la palabra de sus integrantes? El logro del perfil editorial no es un fenómeno unilateral, que se cumple con la acción y la intención de los que emiten los mensajes. Esa sería una visión esquemática o voluntarista.

El perfil tiene que surgir de la comunicación y del intercambio activo entre la publicación y sus lectores. Los lectores, la gente, tienen que construir junto con nosotros el perfil editorial, en un vínculo que se debiera reproducir día a día.  Existen múltiples formas de lograr esto, como todos conocemos, pero yo diría que el uso que hacemos de ellas en la prensa impresa es todavía bastante limitado. Hay ocasiones en que los lectores pueden decir las cosas, incluso de un modo mejor, más oportuno y más convincente que nosotros mismos. Este es otro aspecto en el que tenemos que insistir desde la labor de dirección si queremos arraigar los distintos perfiles editoriales.

  1.  Arriesgarnos a trabajar sobre el borde y empujarlo con actuaciones limpias y contundentes.

Este punto, el último que quería proponerles, en cierto modo resume todos los demás. Recordemos la vieja historia del caballo del general. En las sociedades institucionalizadas, jerárquicas «€”y la nuestra es una de ellas»€” es habitual que cada escalón se reserve una distancia de protección respecto al peldaño superior. Esto encierra el peligro del conservadurismo y se puede dar en cualquier esfera de la sociedad.

La prensa, sin embargo, tiene una posición muy peculiar. Ella funciona «€œhacia arriba»€, como parte que es del sistema político al cual responde, pero a diferencia de otros aparatos y organismos, funciona sobre todo «€œhacia abajo»€, hacia la calle y el pueblo.  No debiera haber contradicción entre una cosa y la otra.

Sin embargo, lo determinante ha de ser siempre el servicio público. Es inadmisible que una actitud conservadora nos haga quedarnos por debajo de las expectativas y necesidades de la gente. Ahí es donde se deciden los límites del perfil que hemos asumido. Y por eso hablamos de trabajar sobre el borde de ese perfil, no tres pasos atrás, lo que no es aventurerismo ni exige en nuestra sociedad ningún valor personal exagerado, sino solo responsabilidad, profesionalidad y propósitos limpios y constructivos.

(Tomado de mesadetrabajo.blogia.com).

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