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Los pedraplenes de Fidel: caminos firmes al desarrollo turístico

Lo que algunos tacharon entonces de locura o capricho se revelaría como una genial estrategia para el desarrollo turístico.

Bajo el sol implacable del trópico, una lengua de roca y tierra usurpa el mar con terquedad. No es un fenómeno natural, sino la huella indeleble de una visión audaz del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Lo que algunos tacharon entonces de locura o capricho se revelaría como una genial estrategia para el desarrollo turístico, transformando una región olvidada, inhóspita y bella, en un destino de sol y playa, referente mundial por su belleza. 

Antes de los pedraplenes, eran territorios casi vírgenes, accesibles solo por mar o aire, los cayos Guillermo, Coco, Romano y Cayo Cruz, al norte de las provincias de Ciego de Ávila y Camagüey; y Santa María, Las Brujas y Ensenachos, en Villa Clara.

Sus playas de arenas blancas como talco, aguas en tonalidades de azul intenso y una biodiversidad marina excepcional permanecían fuera del alcance del turismo masivo y, por ende, del desarrollo económico. Eran joyas ocultas, conocidas solo por pescadores locales, carboneros y algún que otro humano con alma aventurera.

La visión avanzada y previsora de Fidel, de unir lo aparentemente inalcanzable, vislumbró el potencial dormido. «Hay que llevarle el camino al cayo». «Aquí hay que tirar piedras sin mirar para adelante», fueron las frases insospechadas, la consigna, para el inicio del proyecto titánico y desafiante: tirarle piedras al mar y levantar decenas de kilómetros de terraplén sobre el lecho marino, en aguas poco profundas, pero peligrosas.

A la aventura se lanzaron miles de trabajadores, en condiciones durísimas. No era solo una carretera; era un puente hacia el futuro económico de la región.

La construcción fue épica. Implicó mover millones de metros cúbicos de roca, diseñar pasos de agua para no estrangular las corrientes marinas y vencer el escepticismo técnico y financiero. Cada kilómetro avanzado sobre el mar era una batalla ganada contra el aislamiento. Los pedraplenes no eran solo una conexión física que retaba al mar; simbolizaban la determinación por desarrollar el país, incluso en tiempos de extrema dificultad.

El 26 de julio de 1988, hizo 37 años, en el acto central por el Día de la Rebeldía Nacional, en la provincia de Santiago de Cuba, el Comandante en Jefe comunicó a los cubanos y al mundo: «(…) hoy nos llegó la noticia, enviada por los constructores, de que (…) como homenaje al 26 de Julio, habían empatado la tierra firme con Cayo Coco».

Aquella noticia marcó un punto de inflexión. De la noche a la mañana, las playas vírgenes se volvieron accesibles. Inversiones masivas fluyeron: se erigieron resorts todo incluido de primer nivel, respetando en gran medida el entorno natural.

La construcción del Pedraplén a Cayo Coco fue el primer aldabonazo. Una proeza de ingeniería de 22 kilómetros, 17 de ellos sobre el mar, despertó la incredulidad y luego la admiración. No fue solo una carretera; fue un umbral. De pronto, las playas paradisíacas de Coco y Guillermo estaban a solo 45 minutos de la ciudad de Morón.

Y como Fidel nos acostumbró a adelantarnos a los acontecimientos frente a la muralla que representaban los más complejos obstáculos, una virtud que supo cultivar en su vida de forjador visionario, desde los tiempos de Birán, donde nació, continuó con el pensamiento de construir caminos sobre el mar, y después nació el pedraplén Caibarién-Cayo Santa María (inaugurado en 1999), un coloso de 48 km que serpentea sobre las aguas azules del norte de Villa Clara.

En la era de los pedraplenes en Cuba, imposible dejar de mencionar el liderazgo de Evelio Capote Castillo y de Orlando Rodríguez Pérez (ambos fallecidos); el primero, al frente del contingente Roberto Rodríguez –El Vaquerito–; el segundo, al mando de la Campaña de Las Villas.

Estos dos hombres, junto a miles de trabajadores, enfrentaron condiciones extremas: sol inclemente, aislamiento y el reto técnico que representaban obras tan ambiciosas. Su compromiso convirtió un sueño audaz en resultado tangible y perdurable, demostrando la capacidad de Cuba para emprender proyectos colosales con recursos propios.

UN DESCUBRIMIENTO PARA CUBA Y EL MUNDO

En Cayo Santa María, se abrió la puerta a diez kilómetros de playas vírgenes, de arena muy blanca y de origen biogénico; y en Cayo Coco, a 22 kilómetros de balnearios de igual origen, con aguas transparentes y cristalinas, entre las que destacan Playa Larga, Playa de los Flamencos, Playa Pilar y Playa El pino, esta última en Paredón Grande.

A ello se unen más de 11 000 habitaciones en explotación y la perspectiva de llegar hasta las 22 000. En el destino Jardines del Rey, con 27 hoteles, se recibieron, hasta el mes de junio pasado, unos 148 000 visitantes foráneos y más de 48 000 del mercado interno, que disfrutan de un producto de sol y playa, garantía de la sostenibilidad de normas como no permitir niveles altos de las construcciones, mantener la distancia de la costa, no construir encima de las dunas, ni realizar actividades que dañen la flora o la fauna.

Esas también constituyen prioridades de los cayos del norte de Villa Clara, un polo que, en su totalidad (los tres cayos), está compuesto por cerca de 13 000 habitaciones distribuidas en 22 hoteles, con edificaciones que respetan el medioambiente. El lugar cuenta también con marina, delfinario y otros atractivos que dan valor añadido a la estancia de los viajeros.

Estos cayos, unidos al poblado marinero de Caibarién, han sido declarados Reserva de la Biosfera, como un ejemplo de armoniosa combinación de naturaleza e ingeniería civil, reconocida internacionalmente.

Ambos polos turísticos están declarados como destinos responsables que respetan prácticas sostenibles, respaldados, a su vez, por un convenio con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), denominado Proyecto de Turismo Sostenible, cuya primera línea estratégica está dirigida a mantener y ponderar la biodiversidad y sostenibilidad del destino.

Los resultados hoy son evidentes: Cayo Coco y Cayo Santa María son joyas turísticas reconocidas mundialmente, con playas de aguas turquesas y ecosistemas preservados; enclaves que generan empleo, divisas, y muestran el potencial del turismo cubano.

Este proyecto simboliza, más que ingeniería, testimonio de perseverancia colectiva. Fidel supo ver el potencial donde otros solo veían marisma; Capote y Orlando encarnaron la voluntad de hacerlo posible. Los pedraplenes no son solo piedra y tierra, o una cinta sobre el mar. Son cimientos de soberanía, desarrollo y orgullo nacional; un sueño que solo pudo ocurrírsele a quien no creía en imposibles, y que nos enseñó también a no creer en ellos.

(Freddy Pérez Cabrera / Ortelio González Martínez)

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