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De Pascuas a San juan o la dualidad del ser remediano

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Existe valor en lo que hacemos a partir de que lo posicionamos en un mundo

Hace unos días se celebró en Remedios el aniversario de la ciudad. La fecha encierra los significados más profundos de una comunidad que se niega a los múltiples silencios o sea a la variopinta realidad de un país que necesita ir más allá de sus limitaciones materiales y de esa manera poder soñar. Como crecí en la villa, conozco sus contornos y penas, sé cómo ha estado en los márgenes de la cultura y de los medios, cómo sus hijos por generaciones debieron irse hacia otras geografías para prosperar su arte y conozco la forma en que otros, como Caturla, por ejemplo, resultaron juzgados de la peor manera y de ahí el altercado, la muerte y en parte los olvidos.
Pero los tiempos cambiaron y en el país hay, a pesar de los dolores por carecer de muchas cosas, una visión global que convierte lo propio en una especie de universalidad sana. Existe valor en lo que hacemos a partir de que lo posicionamos en un mundo de redes sociales, de imágenes que ya no son solo del proceso de consumo popular, sino que se inscriben en la realidad virtual más contundente. Por eso, una peña como “De Pascuas a San Juan” sirve de ejemplo y de acción manifiesta. Allí, los remedianos se dan cita dos veces en el año (24 de junio y 24 de diciembre) para develar los cuadros hechos por el artista popular Hernani, unas obras que versan sobre retratos de interpretación libérrima en cuanto a los personajes locales. Unas veces se trata de un líder parrandero, otras de un obrero de la construcción o un jugador de ajedrez. Pero casi siempre, solo con ver la pintura, los presentes exclaman el nombre del sujeto en cuestión. La idea es sumamente original. 
Hago la salvedad de referenciar esta peña porque solemos creer que solo es importante lo que está validado por autoridades ya sean académicas o políticas y se nos olvida que el arte siempre fue, antes que un objeto de culto, una representación de los anhelos de un grupo social. La belleza está hecha para ser observada, enriquecida a partir de la diversidad de los públicos e incluso deconstruida por el gusto y la voracidad de las personas de una época. Por eso, “De Pascuas a San Juan” no se permite el lujo de aspirar a las galerías, sino que fenece ese mismo día. Los cuadros se les regalan a los personajes populares representados o a sus familiares. Las personas pasan un rato debajo de los flamboyanes del parque debatiendo sobre el pasado de la ciudad y el protagonismo de aquellos nombres en cuestión. Al final, no queda más que una magia que pasa y la memoria de que habrá más homenajes.  
Remedios no es una ciudad excepcional. Toda Cuba está llena de seres que pudieran llenar las páginas de varios libros. Ese silencio, que persiste en cuanto a su peso oral, resulta inquietante y nos llama como ciudadanos de esta cultura al rescate de tales legados. Los que pasan sin que se les registre, sin que se les dé un espacio en el devenir de una ciudad, en ocasiones valen más que generales y doctores y representan las posiciones más genuinas y desinteresadas. 
“De Pascuas a San Juan” lleva ya muchas ediciones. Su autor, Hernani, es famoso por captar el gesto psicológico de los personajes populares. En esa maestría hay todo un acto de habilidad antropológica y por eso nos interesamos en sus luces. No se trata de una persona con ambiciones reales, sino de un ser que basa su sentido de la vida en la exaltación de los demás. Como hombre de cierta edad, en su mente está la ciudad de varias generaciones y ese recuerdo es el fundamento de una conciencia artística. En el análisis de este suceso de la cultura hay que tener en cuenta, además, que las personas como Hernani son en sí la verdadera excepcionalidad de un país. 
Con luces y sombras, Remedios es también su gente en harapos, sus locos, sus seres de quizás menos luces, pero de muchísimo encanto. Ahí hay memoria y en esos lares de la vida social el gran Samuel Feijóo encontró la esencia de un país que hasta ese momento no se había expresado. No olvidemos los personajes de Onelio Jorge Cardoso, siempre a medio camino entre la pobreza y la lucidez, entre el olvido y la fuerza, entre la vida y la trascendencia. Ahí se unen muchas de las variables que determinan una conciencia social, una lucidez, una utilidad. 
En esa visión de la cultura que se escapa de la élite y que se inscribe en lo popular está la savia más urgente de las comunidades. Hay, allí, un poder que no se soslaya y que se compromete con lo que nos interesa como país. En los rostros de las personas que en apariencia no son importantes para los libros oficiales, esas que nadie va a mencionar en las hagiografías; hay toda una visión de lo alterno, de lo profundo, de lo que hiere la sustancia y salta al encuentro. Remedios posee la capacidad de asombro, nos regala debajo de los árboles del parque esos sucesos y los valida con el peso necesario. Hay, en tales vigencias, la más trascendente de las batallas simbólicas. 
“De Pascuas a San Juan” no solo se halla enmarcada entre dos fechas que parecieran puntos de partida y de llegada. Por un lado, las parrandas, por otro las fiestas patronales. Ojalá en Cuba hubiera otras tantas lucideces de ese tino.

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