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La Habana de nuestros amores cumple 503 años

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Para conocer una ciudad hay que caminarla. Más allá de las postales, de las imágenes para turistas, de las crónicas promocionales… una ciudad late en sus calles, en sus esquinas, en sus barrios. La Habana celebra 503 años. Es una ciudad múltiple, pletórica de contrastes… una ciudad viva. Se ama, se sufre, se disfruta, se sueña. Pero La Habana siempre trasciende todas las evocaciones. Es un símbolo. Es un monumento. Es una verdad.

Eusebio Leal, habanero raigal, lo supo. Tiene su estatua en bronce. Y no está sobre los pedestales de los grandes próceres, aunque méritos tenía. Está sobre la acera, como si estuviera de paso. Él, que fue un hacedor de sueños, nunca se regodeó en sus grandes y muchas realizaciones. Se zambulló en la ciudad profunda, en la ciudad tantas veces olvidada, en la ciudad rota y por reconstruir. Los pies en la tierra, la cabeza en el cielo. Ese fue su magisterio mayor. Su memoria está salvada, patrimonio atesorado por generaciones completas de habaneros y cubanos.

Este 16 de noviembre que La Habana celebra su aniversario, es natural que sus habitantes y los que la visitan se maravillen ante su grandeza, se regocijen por su cultura inmensa. Pero convendría también vislumbrar la ciudad que queremos, que necesitamos, que anhelamos. Y trabajar para construirla. Juntos, con vocación ecuménica, con espíritu de nación. Todos somos La Habana.

El Templete: Edificación de estilo neoclásico, ubicada en la Plaza de Armas, cuya construcción se llevó a cabo para marcar el sitio donde se celebró la primera misa de La Habana al pie de una ceiba, y que marca la creación de la ciudad y recuerda a aquella primera que diera sombra a los habaneros. Árbol inquebrantable que los lugareños consideran milagroso. Por ello, las primeras horas de cada 16 de noviembre, es costumbre dar tres vueltas a su alrededor, tocarla y pedir un deseo.
El Templete: Edificación de estilo neoclásico, ubicada en la Plaza de Armas, cuya construcción se llevó a cabo para marcar el sitio donde se celebró la primera misa de La Habana al pie de una ceiba, y que marca la creación de la ciudad. Dicha ceiba recuerda a aquella primera que diera sombra a los habaneros. Es un árbol inquebrantable que los lugareños consideran milagroso. Por ello, las primeras horas de cada 16 de noviembre, es costumbre dar tres vueltas a su alrededor, tocarla y pedir un deseo. 

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