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Decir es hacer, cuando se dice a tiempo

Este nuevo 10 de octubre es símbolo de la resistencia cultural del pueblo cubano, de la defensa de un pensamiento propio, de nuestra identidad, de lo que hemos fraguado en tantos años de lucha

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La historia guarda momentos de indiscutible trascendencia, días que retumban cual campanas de libertad; como la de La Demajagua aquel 10 de octubre de 1868.

Ya conmemoramos 154 años de aquel acontecimiento que marcó el inicio de la Revolución Cubana, de las luchas por alcanzar nuestra independencia, de una gesta heroica que tuvo en Carlos Manuel de Céspedes al iniciador, al hombre que se levantó en armas y liberó a sus esclavos; para que, desde ese día, unidos en la lucha por la libertad, fuéramos todos iguales.

Ya Cuba estaba pariendo un corazón, el mismo que no ha dejado de latir durante este siglo y medio de pasión revolucionaria. Y volvió el 10 de Octubre, en la Cuba de hoy, en medio de amenazas y agresiones por parte del más despiadado enemigo que hemos tenido, ese que pretende aniquilarnos por todas las vías posibles: el imperialismo yanqui.

Hemos vivido días muy tristes y desafiantes tras el paso de un poderoso huracán que afectó profundamente al occidente de Cuba; a pocos meses del aterrador incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, la explosión del hotel Saratoga en la Habana; y en medio del enfrentamiento a una terrible pandemia como la COVID-19 y de una hostilidad exacerbada del gobierno de Estados Unidos y sus aliados.

Nos acompaña un misterio, y es que somos cubanos, nos forjamos en días épicos, en que salimos al camino con la convicción de Patria o Muerte.

El peligro es inminente, una oleada neofascista amenaza con destruir el mundo. Nuestra América es víctima de tan macabra política. Cuánta razón tenía Martí al alertarnos del peligro que corríamos si no nos uníamos para enfrentar y vencer al gigante de las siete leguas.

Cuando rememoramos este nuevo aniversario del 10 de Octubre volvemos al Apóstol de la independencia cuando, en uno de los discursos conmemorativos por tan entrañable fecha, expresó a la emigración cubana: «Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua», y convidó a todos a agradecer a quienes habían cantado a la libertad aquella gloriosa mañana.

Es el amor a nuestro país lo que nos movió en el pleno ejercicio de democracia que tuvo lugar el pasado 25 de septiembre, en el referendo del Código de las Familias. Nunca antes aquella definición de patria legada por Martí tuvo más fuerza: «Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas».

Pero, ¿qué representó este acto democrático, en tiempos de definiciones? Representó la continuidad de un proceso transparente y participativo, auténtico y original, hijo del parto heroico que significó en sí misma la Revolución Cubana. Representó que nuestro pueblo, una vez más, elige su camino sin traicionar sus principios; que los cubanos, leales a la tradición de pensamiento y ejecutoria revolucionaria de nuestros padres; mantenemos firme la unidad como arma fundamental. Hacemos valer aquella sentencia martiana de que lo que un grupo ambiciona cae, y perdura lo que un pueblo quiere.

Es el amor que hoy nos mueve a continuar trabajando en la recuperación después del huracán, en el fortalecimiento de nuestra economía; haciendo frente a la crisis económica que azota al mundo, y de la que Cuba no escapa, derribando obstáculos y continuas agresiones.

La guerra mayor que se nos hace es de pensamiento, y la batalla por alcanzar la dignidad plena del ser humano es cultural. Este nuevo 10 de octubre es símbolo de la resistencia cultural del pueblo cubano, de la defensa de un pensamiento propio, de nuestra identidad, de lo que hemos fraguado en tantos años de lucha.

La ofensiva imperial ataca las culturas de los pueblos, procura fracturar sus identidades y recolonizarlos continuamente con sus políticas neoliberales y sus prácticas destructivas, típicas del insostenible modelo capitalista. Somos anticapitalistas, tenemos que asirnos a lo mejor del pensamiento descolonizador, volvamos a Martí y a Fidel, paradigmas en la lucha contra un sistema explotador y humillante.

Nuestro Presidente Díaz-Canel nos ha convidado a pensar como país; y es hoy deber generacional, sin importar la edad biológica, solo el espíritu de la tierra preñada de heroicidad, hacer este ejercicio reflexivo, de pensamiento, desde la más profunda cultura de hacer política, con sentido de humanidad, con la sensibilidad como premisa esencial; que es servir a los demás, que es hacer una construcción colectiva de la sociedad a la que continuamos aspirando, que es salvaguardar la unidad para seguir recuperando y salvando el tejido espiritual de la nación.

Mucho tendremos que decir, con la verdad y la moral revolucionarias. Somos martianos y hoy, a 154 años del 10 de Octubre, volvemos a Martí: «Nuestra revolución está en marcha; y la utilidad de lo que se dice hoy, no se verá hasta mañana. Decir es hacer, cuando se dice a tiempo. Y honrar a los que cumplieron con su deber es el modo más eficaz que se conoce hasta hoy de estimular a los demás a que lo cumplan. Hablando entre cubanos, no hay por qué tener miedo de venerar en voz alta el día sublime, ni de convidarlos a que demuestren que no se le ha caído a tierra el corazón. Los que manchen con suspicacias o desórdenes el Diez de Octubre, no son cubanos».

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