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Hay que hablar de esa muchachita (+Audio, fotos y video)

Olga Alonso González, eterna joven de 19 años, bandera de los miles de instructores de arte que multiplican hoy cultura por las comunidades y escuelas del país.

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Quizás la alumna Vina todavía recuerde la sensación de las manos seguras que guiaron sus primeras letras. Ahora sabe para dónde mirar cuando cuenta con los dedos. Ya tiene más de 17 años y su vientre, muchas veces mojado de lavar ropa que no es suya, no late de vida como aquella vez que conoció a Olga Alonso González.

A la Sierra Maestra había llegado esta joven instructora de arte para sumarse a la recogida de café en el año 1962. Era la hora de vestir sus manos, aún con olor a libros, de trabajo voluntario; aunque siempre hubo sus días para enseñar y llenar de teatro a los campesinos del lugar, que contemplaban admirados la pequeña actuación tan grande para ellos.

Antes, en 1961, Olga Alonso ingresa en la escuela para instructores de arte en respuesta al llamado de Fidel a los jóvenes de llevar el arte a las granjas y cooperativas de todo el país.

Después, se gradúa en la especialidad de Teatro con el primer expediente y vendría nuevamente el alejamiento necesario porque la Revolución tiene derecho a imponerlo. Marcha a Camagϋey en 1963, provincia muy afectada por el ciclón Flora.

Allí, el maíz colma los sacos. El Sol abrasa. El fango se pega en las botas y en los surcos, sólose avistan los sombreros de lo alta que está la hierba. Esto es candela pura, hay un calor sofocante y mucho polvo. El olor a manigua impregna sus ropas y, aunque duerme en una barraca sucísima, sabe de lo grande de su lucha, vive orgullosa de su momento porque lo hago por mí, por todos los que conozco, por los que vendrán después.

«€¦ decir con palabras simples, lo que se tiene dentro»€¦

» El 11 de noviembre de 1963, Olga Alonso llega a Casa Zinc, en Fomento, provincia de Sancti Spíritus, con el deseo, más que con la misión, de repartir y extender las ramas del arte por aquel verdor.

Una nave de la granja sirve de espacio para las clases de Olguita; también hay una biblioteca, si vieras como tenemos libros, y un fino cordel separa el espacio reservado para exposiciones y charlas.

Pronto empezarían las campañas de buen hablar entre los campesinos, la creación de los Consejos Populares de Cultura y los grupos de aficionados entre niños y adultos de la zona.

«€œEstoy revolucionando el pueblo. Tengo mucho trabajo, ayer se me olvidó bañarme»€, anota Olga entusiasmada en un pedazo de papel a las dos de la mañana. Casi no duerme pensando en todo lo que transforma a su alrededor.

«€œEn una ocasión -comenta Diego de la Caridad Fleitas, quien fuera su alumno en aquellos años- tuve la oportunidad de verla discutir con un dirigente de Fomento que se opuso al trabajo de ella; pero le dijo cosas tan fuertes y lindas que el hombre bajó la cabeza y le dijo: Perdone, yo voy a ayudarla en todo lo que sea»€.

Pero poco tiempo, apenas cuatro meses, estaría Olguita en Fomento. El 4 de marzo de 1964, el tractor en que viajaba para llegar adonde la esperaba un grupo de campesinos, sufrió desperfectos, se volcó y provocó su muerte instantáneamente. 

Escasas semanas antes de su fallecimiento, le diría a su madre: «€œEn este lugar me van a hacer mi caja y no sólo eso, cantidad de cosas aquí en Fomento van a llevar mi nombre»€.

«€¦ acabo de venir de mí misma y voy hacia mí»€¦

Todavía las últimas palabras de Olguita acarician las memorias de Diego a pesar de sus 60 años. Aquella voz, tantas veces alegre y optimista, rasgó la tranquilidad del muchacho. «€œRecuerdo que me dijo bien seria: ‘Diego, es una lástima que seas tan indisciplinado porque eres el mejor de mis alumnos’. Eso dolió. No supe cómo responderle»€.

Hoy, los pobladores del lugar hablan con orgullo de la joven habanera que alimentó sus tierras. Cada año en el mes de marzo se celebra en su honor el Festival Nacional de Teatro Aficionado que lleva su nombre y todos los 18 de febrero devienen homenaje para los miles de instructores de arte que suman cultura en las escuelas de esta isla.

Y para que su espíritu no se olvide a pesar de los años, la sentencia de Diego promete echar raíces en este y otros rincones del país: «€œCuando se hable de teatro y de un joven dispuesto, hay que hablar de Olguita. De esa muchachita hay que seguir hablando siempre»€.

Nota: Los textos en cursiva pertenecen a los escritos de Olga Alonso recogidos en su libro Testimonios.

Documental Olguita, la eterna amapola

El 18 de febrero los Brigadistas «€œJosé Martí»€ celebran su día por conmemorarse en esta fecha el nacimiento de Olga Alonso González. El siguiente documental nos acerca a la vida de esta joven instructora de arte que dejó sus huellas en el municipio espirituano de Fomento donde perdiera la vida.

Olguita es un símbolo. Es una especie de joven eterna que anda y desanda las calles fomentenses. Vive en el recuerdo de quienes la conocieron, personitas humildes que aún después de muchos años recuerdan momentos junto a ella.

El documental es una pequeña recopilación de estas personas que tuvieron la dicha de conocerla: las amigas y en especial el alumno que recuerda y hasta recita una poesía escrita días después de su muerte.

Acercarme a la vida de Olga fue un privilegio. Nunca he visto talla de revolucionaria más capaz y comprometida con su momento histórico. Sus escritos dan fiel testimonio de cuanto amó y luchó por la Revolución.

La muerte le llegó temprano, mas siempre vivió su vida sabiendo que así sería. Incluso días antes de su muerte le dijo a su mamá que en el pueblo de Fomento moriría y que muchos lugares llevarían su nombre. Y no se equivocó.

Hoy, para comemorar su labor, en el municipio se celebra cada año el Festival de Artistas Aficionados de Teatro «€œOlga Alonso»€.

Sirva este trabajo para que las futuras generaciones de instructores de arte sigan su ejemplo y que como ella digan: «Mi pluma tiene zapatos nuevos: tiene mucho que andar, mis letras en el camino seguirán siendo cada vez más profundas hasta llegar a la raíz de la tierra fértil»»

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El presente trabajo es fruto de la investigación de la autora en sus años de estudiante de Periodismo cuando vivía en Agabama, Fomento.

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