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Pablo de la Torriente: el que escribía tan natural como respiraba

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La vida de Pablo de la Torriente Brau fue tan breve como intensa. Treinta y cinco años le bastaron para dejar la huella imperecedera de su hacer en el campo de la creación (periodística y literaria) y de la política más allá de las fronteras de Cuba.

Qué bueno fue encontrar un niño travieso en los recuerdos de las hermanas de Pablo de la Torriente Brau (12 de diciembre de 1901- 19 de diciembre de 1936). Sí, porque las historias de las grandes personalidades están plagadas de cuentos idealistas que nada tienen que ver con el verdadero hombre que en realidad existió. Sí, no creo al igual que él en el hombre perfecto porque fueron sencillamente humanos; como bien dijo sobre Carlos Aponte y Antonio Guiteras «tuvieron excesos imprudentes y errores graves»».

Con casi 4 años Zoe y Nene se conocieron tijera en mano. Sentados en la cuna muy tranquilos y sin chistar, mamá Graziella se inquieta por tanto silencio, y allí están los dos pelados al rape. «¡Vaya encuentro!

En la mayoría de los libros se le describe como un hombre atlético.  «Era un mocetón alto, de musculatura atlética, pelo oscuro, frente dilatada, voz grave, mentón altivo, sonrisa franca, mirada diáfana y jocundo talante. De vez en cuando lanzaba una carcajada estruendosa que estremecía los cristales de las ventanas«» Así lo recuerda su amigo entrañable Raúl Roa.

Desde pequeño tuvo una memoria prodigiosa. Basta solo mencionar que se aprendió el poema La Ilíada en solo una mañana para después recitárselo a la inquieta de Zoe que prefería las de Campoamor.

Desde bien niño lee la Edad de Oro y el Quijote y publica su primer texto en el Ateneísta.

El antimperialismo le nacería desde muy temprano. Con solo 19 años en un examen para entrar como cadete en la Marina de Guerra escribe «Senador con ese en Cuba es sinónimo de botellero»» Casi la broma le cuesta caro, eran los años 20 de la mal llamada República de Cuba.

Desde la infancia, Pablo proyecta los rasgos esenciales de su carácter y de su personalidad. El humor, que le acompañará durante toda la vida, incluso en los momentos más difíciles, ya se perfilaba en estos primeros años. Así el niño se fue haciendo hombre en el camino de Cervantes, Salgari y José Martí, incurablemente enfermo de emoción heroica.

Como miembro del Ala Izquierda Estudiantil, se envuelve en protestas contra el gobierno. Pablo es apresado el 3 de enero de 1931 y lo confinan a la cárcel del Castillo del Príncipe. Al salir publica la serie de artículos «105 días preso»(en el periódico El Mundo), antecedente del periodismo testimonial en Latinoamérica. Poco tiempo después es nuevamente detenido y conducido al llamado Presidio Modelo, de Isla de Pinos. De los dos años transcurridos allí surge la serie de trabajos «La Isla de los 500 asesinatos», que publica en el periódico Ahora y preludio de lo que sería el desgarrador Presidio Modelo.

Pablo concientiza la lucha y sabe su importancia para la conquista nacional en busca de alcanzar la plena liberación política y económica. Hay que actuar y las armas del periodismo se hacen incisivas. Pablo publica diferentes textos que se difunden entre 1934 y 1935 en la revista Alma Mater y el periódico Ahora.

Después tendría que salir al exterior por sus actividades. Solo regresaría a Cuba tras la caída de Machado.

Al regresar del exilio, contempla agudamente el panorama cubano. Sabe que una figura se alza en el contexto fiel a los designios del amo yanqui: Fulgencio Batista. Ahí está su comentario vivo Ese es Fulgencio Batista donde desenmascara la verdadera personalidad de «el nuevo Capablanca del ajedrez político en Cuba»» que «recibe al pobre presidente Mendieta, la marioneta de gestos furiosos, que él mueve a su antojo por hilos demasiado visibles para el pueblo»». 

Tras el fracaso de la huelga de marzo de 1935, decide volver a Nueva York. Allí continúa su labor periodística con trabajos que envía a Cuba. En este tiempo escribe su última crítica artística «Guajiros en Nueva York»», artículo que obtuvo póstumamente el Premio Periodístico Justo de Lara. En sus opiniones estéticas no deja de entremezclar sus opiniones políticas y antiimperialistas, así como su penetrante sentido del humor, siempre presente:

«»€¦todos estos cuadros han mostrado su clara motivación social. Han mostrado, ante rostros, rojos de todas las vitaminas, de todas las abundancias, el hambre de un pueblo entero desconocido, pero falsificado«».

El citado trabajo goza de una entrada informativa muy original. «Los guajiros han venido por primera vez a Nueva York. Los trajo Antonio Gattorno, el pintor menudo y silencioso que siempre se parece a sus cuadros«».

Allí no descansa. Su ímpetu no muere. Participa activamente en el Club Julio Antonio Mella y en actividades de distintas organizaciones revolucionarias de emigrados latinoamericanos.

Pero quiere hacer más por Cuba. Funda el Club cubano José Martí con las consignas de: «¡Contra el imperialismo! y «¡Por la libertad de Cuba! También crearía el periódico «€œFrente Único»€, órgano de prensa oficial de otra agrupación política bajo su égida: Organización Revolucionaria Cubana Antiimperialista (ORCA).

Y llega el momento de ir a España. Cuando varios compañeros de entonces le insistieron para que regresara a la Isla, aprovechando el espacio precario que otorgaba una reciente amnistía, Pablo les respondió, desde la sinceridad y el humor –componentes imprescindibles de su estilo epistolar y vital– en una carta memorable: «Ustedes me han confundido un poco con un organizador o algo por el estilo. Muy lejos estoy de ello, a mi más profundo y sincero juicio. A España tal vez vaya en busca de todas las enseñanzas que me faltan para ese papel, si es que alguna vez puedo dar de mí algo más que un agitador de prensa. Y no me arrastra ninguna aspiración de mosquetero. Voy simplemente a aprender para lo nuestro algún día. Si algo más sale al paso, es porque así son las cosas de la revolución. Como si me vuelve cojo una granada. No vayas a creer tampoco que estoy encabronado. Sencillamente, trato de darte a comprender el secreto de mi impulso hacia allá. Y hay, como siempre en mí, la emoción del impulso que me dice que allá está mi lugar ahora. Porque mis ojos se han hecho para ver las cosas extraordinarias. Y mi maquinita para contarlas. Y eso es todo«».

Va como corresponsal de varias publicaciones: The New Masse de Nueva York, y de El Machete, órgano del Partido Comunista de México. Pablo puso todo su talento y acción en favor de una causa noble como era la libertad de los oprimidos de España para frenar las diversas corrientes fascistas que habían escogido a España como escenario de mayores aventuras bélicas.

Su actividad de propaganda en el frente consistía en organizar actos políticos para levantar el ánimo de los milicianos, utilizando a veces las naves de las iglesias.

Por su condición de escritor había entablado relación con la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Estos eran invitados (entre ellos Antonio Aparicio y Miguel Hernández), a participar en los mítines que él preparaba. Con ellos, crea el periódico Al Ataque, para uso de los milicianos de la brigada.

En su labor de comisario político, alternó su presencia en los frentes con visitas a pueblos cercanos para captar milicianos para la lucha.

En la Peña del Alemán polemiza con el enemigo. Pablo hizo valer su destilada oratoria, rivalizando con los fascistas que le daban réplica en un intento por minar la moral del enemigo y elevar la propia. Comienza a hacerse popular entre la tropa como el cubano que echaba discursos a los fascistas y gritaba cosas como: «Compañeros fascistas, soy periodista y vengo de América. Vengo de Cuba, de los Estados Unidos, de Bélgica y de Francia. Y puedo darles informes del Canadá y de toda la América Latina. El mundo entero está en contra de ustedes. Los obreros del comité antifascista de New York recogen muchos miles de pesos para sus compañeros españoles…….Con ustedes hay italianos y alemanes mercenarios pagados por sus gobiernos, enviados por Hitler y Mussolini, los dos chulos provocadores del cabaret político de Europa«».

Todo eso hubo en aquellos escasos tres meses en que Pablo vivió la experiencia de la guerra civil y escribió cartas y crónicas que han quedado como un conmovedor documento literario, un testimonio humano y emocionante en el que no faltan, como en la vida de su autor, ni el humor ni la pasión indispensables.

Imagen tomada de CMKW

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