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La Enmienda Platt: Un legado de dominación imperialista en Cuba

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La lucha por la independencia total sigue siendo un desafío presente en la memoria colectiva de la nación

El 12 de junio de 1901, en una sesión secreta de la Asamblea Constituyente, se aprobó la famosa Enmienda Platt, un apéndice de la Constitución de la República que transformó a Cuba en una nueva colonia del vecino del norte, Estados Unidos. Esta decisión fue tomada por 16 delegados, mientras que cuatro se abstuvieron, marcando un hito en la historia política cubana. La presión ejercida por figuras como Leonard Wood, gobernador militar de EE.UU., fue determinante en la conformación de una república que, en teoría, buscaba la independencia, pero que en la práctica se convirtió en un ejemplo de neocolonialismo.

El 15 de febrero de 1901, Leonard Wood llevó a cabo una maniobra que hoy se calificaría como poder suave. Invitó a los delegados cubanos a un paseo y banquete en un lujoso yate de la marina estadounidense en Surgidero de Batabanó, un pueblo costero. A través de esta estrategia, Wood intentó convencer a los legisladores cubanos de que aceptaran las condiciones que permitieran a EE. UU. intervenir en Cuba, así como ceder o vender territorios para bases navales. Sin embargo, a pesar de su tacto y adulación, los delegados rechazaron rotundamente sus propuestas.

La presión no cesó. La Casa Blanca, alertada por Wood, trabajó con el senador republicano Orville H. Platt para insertar estas condiciones en forma de enmienda al proyecto de Ley de Presupuesto del Ejército. El 2 de marzo de 1901, el presidente William McKinley aprobó esta enmienda, que se convirtió en un estatuto ineludible para los cubanos.

La Enmienda Platt no solo fue una imposición, sino un mecanismo que limitó severamente la soberanía cubana. Las condiciones estipulaban que el gobierno cubano no podía realizar ciertos tratados sin el consentimiento de EE. UU. y que la intervención militar estadounidense se justificaba si no se encontraban las disposiciones de la enmienda en la Constitución cubana. Esta situación generó un intenso debate entre los patriotas cubanos, quienes se opusieron a la aceptación de tales exigencias. Figuras como Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt denunciaron la traición a la independencia nacional.

A pesar de las voces disidentes, la decisión pragmática prevaleció: era preferible nacer como una república limitada que continuar bajo la ocupación militar. La aceptación de la Enmienda Platt fue vista como un mal menor, una medida desesperada en un contexto de vulnerabilidad y presión externa.

Leonard Wood, el arquitecto de esta dependencia, expresó en una carta confidencial a Theodore Roosevelt su satisfacción por la aceptación de la Enmienda Platt. Reconoció que, con ella, Cuba había perdido gran parte de su independencia, y auguró que, a través del control económico y político, EE.UU. pronto podría convertirse en el dueño del comercio de azúcar en la isla. La visión de Wood de una Cuba «norteamericanizada» se materializó con la firma de tratados que garantizaban la presencia militar estadounidense en la isla.

El 20 de mayo de 1902, Cuba alcanzó una independencia formal, pero esta estuvo marcada por la sombra de la Enmienda Platt. Washington presionó al gobierno de Tomás Estrada Palma para que firmara los tratados necesarios, asegurando así la instalación de bases navales en Guantánamo y Bahía Honda.

La Enmienda Platt se mantuvo vigente hasta 1934, cuando fue derogada en un contexto de creciente presión popular y fuerzas revolucionarias. No obstante, el legado de dependencia que dejó fue profundo. A pesar de la firma de un nuevo tratado en 1934, las condiciones de la base naval en Guantánamo no fueron negociadas, lo que dejó a Cuba en una situación de vulnerabilidad persistente.

El régimen de Fulgencio Batista, aliado del imperialismo estadounidense, continuó la tradición de subordinación que caracteriza la historia cubana. Solo con el triunfo de la Revolución en enero de 1959 se comenzó a vislumbrar una verdadera independencia.

Sin embargo, los ecos de la Enmienda Platt resuenan en la actualidad. La Ley Helms-Burton, que busca revivir los tiempos de dominación imperialista, actúa de forma extraterritorial, similar a la antigua enmienda. Este intento de control sobre las inversiones extranjeras y los negocios con terceros países revela cómo el legado de la Enmienda Platt aún influye en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

La Enmienda Platt simboliza no solo una imposición colonial, sino un capítulo que continúa afectando la identidad y la soberanía cubana. La lucha por la independencia total sigue siendo un desafío presente en la memoria colectiva de la nación.

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