Cultura

Difusión musical y hegemonía: retos en Cuba

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Cuando nos hemos referido en estas páginas a la industria cultural global hegemónica y a sus diversas ramificaciones en las plataformas de distribución, no hemos dejado de preguntarnos cuánto hacemos para enfrentarlas. Esos cuestionamientos constituyen un ejercicio autocrítico sobre nuestra visión y el papel que desempeñan diferentes acciones en estos tiempos de hibridaciones, cuando tanto el universo digital como el espacio real se mezclan como nunca antes.

Estos retos para nuestra música, lanzados desde los centros de «poder cultural» que articulan las alianzas y las consumos a nivel mundial, en cada minuto sufren cambios. Es decir, lo que hace un año era tendencia desde una determinada arista sonora, hoy no lo es, y los análisis o tesis sobre cómo diseñar una campaña de promoción o de posicionamiento en un mercado, puede venirse abajo como castillo de naipes.

¿Cómo competir con grandes multinacionales de la música y del espectáculo? ¿Cómo amplificar a nuestros músicos cuando no podemos colocar contenidos en plataformas internacionales de distribución? Puede pensarse que es tarea nimia, pero se torna un escenario muy adverso el tratar de generar acciones que favorezcan a los músicos cubanos desde Cuba. No todo el problema se encuentra en la proyección internacional de la música cubana o de mecanismos promocionales que en otros tiempos funcionaron. El mayor desafío radica en la necesaria continuidad de nuestras políticas culturales y de cómo seguir concretándolas, aún en tiempos económicamente muy difíciles.

La música requiere de una industria que pueda respaldar las necesidades logísticas para su disfrute y, por ende, requisitos mínimos como locales, luces, audio, condiciones acústicas óptimas. Pero también son muy necesarias la visibilidad, el realce y el énfasis en el amplio sistema de difusión y consumo que emanan de nuestros medios de comunicación, incluso de las vitrinas virtuales que cada día son más seguidas por los jóvenes.

Nuestra apuesta por esas formulaciones con las mejores expresiones sonoras cubanas no debe ser asumida con timidez ni miradas miopes, sino con la premisa de un profundo y sólido discurso, aun cuando coexistan diferentes géneros. La calidad, la complejidad, la originalidad y la autentificación de nuevos códigos, así como la validación de otras tendencias, no tienen que significar un antagonismo o un divorcio en el que el más perjudicado sea el público nacional. Ejemplos existen, y menciono solo dos entre muchos: la ahs y la Casa de la Décima en Mayabeque, expresiones que apoyan desde diferentes perspectivas a los jóvenes. Ayudémosles más.

Estos retos para nuestra música, lanzados desde los centros de «poder cultural» que articulan las alianzas y las consumos a nivel mundial, en cada minuto sufren cambios. Es decir, lo que hace un año era tendencia desde una determinada arista sonora, hoy no lo es, y los análisis o tesis sobre cómo diseñar una campaña de promoción o de posicionamiento en un mercado, puede venirse abajo como castillo de naipes.

¿Cómo competir con grandes multinacionales de la música y del espectáculo? ¿Cómo amplificar a nuestros músicos cuando no podemos colocar contenidos en plataformas internacionales de distribución? Puede pensarse que es tarea nimia, pero se torna un escenario muy adverso el tratar de generar acciones que favorezcan a los músicos cubanos desde Cuba. No todo el problema se encuentra en la proyección internacional de la música cubana o de mecanismos promocionales que en otros tiempos funcionaron. El mayor desafío radica en la necesaria continuidad de nuestras políticas culturales y de cómo seguir concretándolas, aún en tiempos económicamente muy difíciles.

La música requiere de una industria que pueda respaldar las necesidades logísticas para su disfrute y, por ende, requisitos mínimos como locales, luces, audio, condiciones acústicas óptimas. Pero también son muy necesarias la visibilidad, el realce y el énfasis en el amplio sistema de difusión y consumo que emanan de nuestros medios de comunicación, incluso de las vitrinas virtuales que cada día son más seguidas por los jóvenes.

Nuestra apuesta por esas formulaciones con las mejores expresiones sonoras cubanas no debe ser asumida con timidez ni miradas miopes, sino con la premisa de un profundo y sólido discurso, aun cuando coexistan diferentes géneros. La calidad, la complejidad, la originalidad y la autentificación de nuevos códigos, así como la validación de otras tendencias, no tienen que significar un antagonismo o un divorcio en el que el más perjudicado sea el público nacional. Ejemplos existen, y menciono solo dos entre muchos: la ahs y la Casa de la Décima en Mayabeque, expresiones que apoyan desde diferentes perspectivas a los jóvenes. Ayudémosles más.

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