EspecialesRaíces profundas

Manolo, barbero de oficio y periodista de corazón

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Al amigo y reconocido economista Migdonio Menéndez Peña, agradezco la oportunidad de acercarme a la vida y obra de su abuelo Manuel Clemente Menéndez Osorio «Manolo Cancán», un barbero de oficio que marcó pautas en la historia del buen periodismo en Caibarién.

Manolito, quedó huérfano de madre con solo 3 años de edad. Este niño de familia numerosa y pobre, fue criado por la isleña doña Catalina Santiago de Bolaño, una mujer humilde, analfabeta, pero de buenos modales y mejores sentimientos, que lo acogió como uno más de su pléyade de hijos.

Como la mayoría de los caibarienenses nacidos en barrios cercanos al litoral, Manolito pasó gran parte de su infancia y adolescencia en los cayos, donde aprendió a pescar, esponjear, hacer carbón, sacar cáscaras de mangles y el oficio de cortar el cabello a los pescadores arranchados.

Era una época difícil para la Cuba colonia de España, corrían los tiempos de la Guerra de Independencia, y Manolito, con solo 7 años junto a su familia de adopción fue a vivir en las cercanías de la Playa La Panchita, el poblado de Corralillo; ahí en el otrora Central Santa Rita, el adinerado don Diego Beovides y su esposa descubrieron que el pequeño era inteligente y quisieron que acompañara a su hija, contemporánea en edad para estudiar en una escuelita rural cercana al camino real. Entonces Manolito pasó un tiempo con esta familia hasta que su madre adoptiva lo recogió para regresar  al mar.

Fueron años de viajar en el barco de su hermano mayor y ayudar con su faena  a la alimentación de la familia ya retornada a la Villa Blanca. Eso sí, siempre se acercaba, una y otra vez de manera intermitente al saber, ahora en escuelas públicas, pero, trabajar para comer solo le permitió vencer hasta el tercer grado de la educación primaria.

Su madre adoptiva, ya anciana quedó viuda, y Manolito asumió su manutención, en aquel tiempo, de madrugada iba a los cuartos de pescados para comprar mercancía fresca y vender en las calles, el escaso dinero recaudado lo entregaba todo a «su vieja», como la llamaba con cariño, respeto y agradecimiento.

El adolescente, laborioso por naturaleza, perfeccionó el oficio del corte de cabello, ganó clientela, y hasta el estricto Capitán del Puerto de Caibarién lo elogiaba y prefería como su barbero personal.

Aseguran los que le conocieron que a los 15 años de edad, el joven Manuel, era cuidadoso de su vestir y modales, y por ese entonces conoció el amor. La señorita Antonia León Montenegro cautivó su corazón y después de un noviazgo a la antigua se convirtió en su esposa, y madre de su descendencia.

Con el dinero ahorrado de sus trabajos como: esponjero, carbonero, pelador de mangle, vendedor de pescados, y practicante del corte de cabello, compró una barbería y los instrumentos necesarios para establecerse como barbero.

No es secreto que en una barbería se vive el ambiente propicio para escribir la mejor  crónica social. Los clientes conversan con el barbero, y entre ellos sobre su vida, y la de los demás, pero también de temas muy variados. Manolo no escapó de este fenómeno, y sintió la necesidad de escribir historias cotidianas. Algunos periodistas de la época eran asiduos a su establecimiento y sus amigos, así que los abordó y les solicitó asesoría. Vale destacar que la Villa Blanca, por ese entonces era prodiga en la emisión de periódicos y revistas.

Así, este caibarienense autodidacta se aventuró en el difícil y riesgoso arte de hacer periodismo. Al leer sus artículos es evidente que Manolo es de esos seres humanos proveídos de un don innato»la escritura. Entonces, puede comprenderse como un niño pobre, huérfano, criado por pescadores en los cayos, alumno de escuelas primarias públicas, y con oficio de barbero, se convirtió en uno de los periodistas más respetado y reconocidos de su tiempo.

Era Manolo tan optimista que, antes de tener el periódico soñado hizo las suscriciones, y el 2 de enero de 1929 fundó «La Opinión». El reconocimiento de sus colegas fue tal que llegó a presidir la Asociación de Prensa de la Villa Blanca, con sede en la avenida Goicuría (15), entre las calles Falero (12) y Jiménez (14). Sus obras aparecen  en la mayoría de los periódicos y revistas de su época.

Su nieto Migdonio Menéndez Peña guarda con recelo los diarios de Manolo, encuadernados a la perfección, escritos con una letra legible, sin errores ortográficos ni de redacción. En estos pueden leerse crónicas, comentarios, poemas, reseñas, y por supuesto, hechos que marcaron su vida y las de sus coterráneos.

Lo cierto es que Manuel Clemente Menéndez Osorio, para los caibarienenses «Manolo Cancán», jamás renunció al oficio de barbero, pero sin lugar a dudas su gran pasión fue el periodismo, una profesión que solo abandonó el miércoles 8 de abril de 1981, a los 98 años de edad, cuando dijo adiós a la vida.

De sus fabulosos cuadernos escogí esta frase suya que me cautivó: «El arte de escribir es hacer algo de la nada».

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Versos dedicados a su madre y escritos en uno de sus cuadernos
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En Prosa y en Verso, también de sus cuadernos
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Documento que muestra la firma de Celia Sánchez en agradecimiento a un poema que Manuel le dedicara a Fidel
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Reunión entre periodistas

Imágenes cortesía del entrevistado

Yudith Delgado Rodríguez

Yudith Delgado Rodríguez

Periodista, directora, locutora y guionista en CMHS Radio Caibarién.

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