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Fui una niña de barrio, de jugar en la calle

Así confiesa la doctora Dagmar García Rivera, directora de Investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas. Con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia sus palabras nos recuerdan que nada satisface más que ser útil

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No olvido sus ojos claros, su sonrisa de esperanza; su voz que tranquilizaba con cifras y buenos augurios para las vacunas cubanas. En los meses más duros de la pandemia en Cuba, verla era como un reposo a la vida, la seguridad de que la ciencia cubana «va y va» apostando por el futuro de protegernos ante la enfermedad que cambió el Mundo.

La doctora Dagmar García Rivera, directora de Investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas, es un ser de luz. Aunque prefiero el diálogo siempre, agradezco el contacto vía WhatsApp: tiendo a emocionarme mucho cuando la admiración me gana terreno.

Con motivo de celebrarse hoy el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, la doctora Dagmar García Rivera nos cuenta la niña que fue.

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¿Cuándo se dio cuenta Usted que quería ser científica?

– Me di cuenta de que quería ser científica ya de grande, incluso ya estando en la Universidad. Pero de lo que sí me enamoré desde que estaba en la secundaria fue de la química y la biología. Me motivaba entender fenómenos complejos, ver como la mezcla de dos sustancias químicas provocaba un cambio de color, entender como un medicamento «sabía» que uno se lo estaba tomando para, por ejemplo, quitar el dolor de cabeza. Me fascinaba entender el funcionamiento del cuerpo humano, que hoy sé que es una máquina casi perfecta.

¿Fuiste una niña diferente?

– Fui una niña normal, una niña de barrio, de jugar en la calle, de practicar deportes. Sí, era estudiosa, pero nunca una obsesionada con los estudios.

Practiqué natación y voleibol, me querían llevar a la EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar) y mi mamá no me dejó porque sabía que en el fondo no sería una buena deportista.

¿Qué tanto influyó en tu vocación tus padres, familia, escuela?

– Sí, mi familia y sobretodo mi padre influyó mucho en mi vocación por la ciencia. Quizás antes no lo valoraba, pero justamente después que me gradué, me di cuenta cuanto había influido en mí durante mi formación.

La otra influencia determinante fue mi paso por el IPVCE (Instituto Pre Universitario Vocacional de Ciencias Exactas), escuelas de formación integral, pero sobretodo, de formación del pensamiento científico en los jóvenes. La mejor etapa de mi vida fue esos tres años de IPVCE.

¿Se le hace difícil el camino de la ciencia para las mujeres en Cuba?

A la mujer cubana no se le hace difícil imponerse en el mundo profesional, tampoco en la ciencia. La disciplina, la pasión y dedicación de las mujeres son valores imprescindibles para ser una buena científica.  Siempre hay sacrificios personales, retos, pausas necesarias para la maternidad, pero la carrera de las mujeres en la ciencia tiene muchos ejemplos exitosos en Cuba.

A las niñas que sueñan con probetas, números, ecuaciones, ¿algún mensaje especial para ellas?

-A las niñas motivarlas a ser científicas, a saber que no hay pregunta que no encuentre respuesta en la Ciencia. Nada satisface más que hacer algo que le da salud o bienestar a otras personas, o que ayuda a satisfacer una necesidad de la sociedad. Nada satisface más que ser útil y los científicos somos muy útiles porque somos parte del desarrollo.

Imágenes: tomadas de Cubadebate.

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