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A la costa a aprender historias

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En Caibarién, como en todos los puertos del mundo, el mar se funde con las historias. Tres de las leyendas de la Villa Blanca que caminan con su gente

Dicen que a los nacidos en Caibarién, el mar le corre por las venas y que quizás su sangre es más salada que la de otra gente por ahí. Aquí, como en todos los puertos del mundo, el mar también se funde con las historias, la verdadera y la inventada. Entonces la cosa como que trasciende y se queda, y un día ya no sabes si la leyenda es verdad o mentira, pero te la quieres creer como que el mar existe. Es, al final, casi otra forma de existir, un poco más salada, pero digamos, sabrosona.

 Sé de quienes se van a la costa a aprender historias y yo que ando siempre metida en Internet fui a buscar cuales de ellas eran las más famosas.     

 Una de miedo para empezar. Dicen que, en la ensenada de Cayo Jutía, un grupo de árboles permanece intacto porque varios espíritus lo protegen, aunque crezca muy buena leña por ahí.
En los años cuarenta del pasado siglo llegó allí una familia que pretendía cortar la madera, allí pasaron la noche y al amanecer, cuando iban a comenzar la faena, justo al lanzar el primer hachazo, se escuchó el lamento de una mujer y el llanto de niños.

 Los leñadores siguieron el rastro de los sonidos y encontraron, en la punta del cayo, cinco cruces enterradas en la tierra.
De más está decir que demoraron tiempo justo en virar en redondo y de regreso a Caibarién, algún poblador les aclaró la historia: hacía varios años, por aquellos parajes se había ahogado una mujer junto a sus cuatro hijos y desde entonces sus quejidos armonizaban aquel bosque, como resguardo ante quienes intentaran profanarlo. Esta es «La leyenda del monte sagrado».

 Y ahora una de aventura.

 En las costas de Caibarién anclaban los barcos piratas para atacar a la villa de San Juan de los Remedios. Precisamente de uno de estos atracos vandálicos, cuentan que un pirata logró escapar con un cofre lleno de joyas y monedas de oro, y quiso enterrarlo a los pies de una ceiba, que se encuentra en la avenida Céspedes, entre las calles Padre Varela y Falero. Pero espera: no te me vayas a dar pico y pala que es una historia.

 Como el cofre era muy pesado, el pirata obligó a un negro esclavo a cargarlo y enterrarlo entre la raíz de la ceiba, luego lo decapitó en el lugar del enterramiento. Cuenta la leyenda que, en las noches de luna llena, en los alrededores de la ceiba, se ve vagar como alma en pena la cabeza del esclavo negro degollado por el pirata. Esta es la leyenda de «El tesoro del pirata».                

«¡Claro que el amor no podía faltar en este recuento! Tiene que ver con el surgimiento del nombre de cayo Las Brujas y Borracho.                 

 Una linda historia cuenta que Pepe, pescador de Caibarién,  vivía en Cayo Santa María. Su tranquilidad terminó cuando, su única hija, se enamoró de un joven de un cayo vecino.

El celoso padre se opuso de plano al noviazgo, y los hermanos de la muchacha también. Tal era la situación familiar, que en varias ocasiones llegaron a utilizar el maltrato y cautiverio en contra de la muchacha.

Para lograr verse, los jóvenes enamorados corrieron el rumor de que en uno de los montes del cayo se veían fantasmas y se escuchaban sonidos tenebrosos. Con el paso del tiempo la mayoría de los habitantes del cayo evitaban adentrarse en el supuesto sitio maldito, donde sucedían hechos extraños. Sin embargo, como la muchacha en ocasiones era vista entrando al lugar maldito, fue ganando fama de bruja entre los supersticiosos.

 A pesar de todos los comentarios, los amantes eran felices y vivían a plenitud su amor hasta que un día los hermanos de la muchacha descubrieron todo. Embriagaron al novio para que no fuera a la cita, lo llevaron a la playa y lo dejaron tirado bajo una fuerte tormenta.

Cuando pasó la tormenta y despertó, desesperado corrió en busca de su amante, pero esta había desaparecido. Sólo vio una hermosa bruja que lo miró con tristeza para después desaparecer. 

Durante muchos días, el padre, los hermanos y el joven buscaron a la chica, pero nunca apareció. La joven había desaparecido misteriosamente sin dejar rastro alguno, como si fuera por arte de magia. Dicen que, tras la angustia por la espera de su amante convencida del abandono de su novio, la muchacha entregó su alma a las brujas, convirtiéndose en una de ellas.

Así fue creciendo la leyenda avivada además porque cuentan que cada atardecer el joven enamorado, bajo los efectos del aguardiente, se adentraba en el monte y regresaba al otro día jurando que había visto a su novia.

La triste historia de los amantes voló en el tiempo y como ves, se convirtió en leyenda que llega a nuestros días y gracias a la cual fueron bautizados dos cayos de Caibarién como Las Brujas y Borracho.

Historias de pescadores que bañan nuestras costas y junto con la brisa del mar habitan el sentir de un pueblo salado pero orgulloso de su gente.

Imagen: Archivo CMHS.

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