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Celia del amor

Celia del amor

Una y otra vez se compara a Celia Sánchez Manduley con una flor. Su amor por las flores, de hecho, es tema de muchas de las historias que de ella se cuentan. Pero Celia era mucho más: era también un torbellino, un torrente, un árbol de profundas raíces y sombra protectora.

Son tantas las anécdotas, tantas las vivencias, tantos los momentos cruciales de la historia nacional de las que ella fue protagonista o puntal imprescindible.

Y sin embargo, su modestia la alejaba de los flashes de las cámaras, de las primeras planas de los periódicos.

Hacer, mejor que decir. Esa fue siempre su divisa.

El mayor monumento a su memoria es su obra inmensa. Desde el busto que eterniza el compromiso de la Patria con su Apóstol, en la cima del Turquino; hasta parques, escuelas, instituciones, centros recreativos que recibieron su impulso y empeño.

De Celia Sánchez Manduley siempre se podrá hablar en presente.

Organizadora hábil y capaz, creó estructuras sólidas para la lucha clandestina contra la tiranía de Fulgencio Batista.

Fidel Castro reconoció muchas veces su aporte insustituible: sin su labor previa al desembarco del Granma, que garantizó en buena medida la supervivencia de las células principales del levantamiento, otra probablemente hubiera sido la historia de la Revolución.

Su presencia en la Sierra Maestra fue simbólica: la primera mujer que empuñó un fusil en acciones guerrilleras, una de las creadoras del pelotón femenino Mariana Grajales.

Ahora parece natural que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad en los entramados políticos y militares. Pero hace más de sesenta años persistían prejuicios, incluso en las fuerzas progresistas.

Ella abrió caminos. Demostró «€”porque hacía falta demostrarlo»€” que las mujeres tenían reservas de fuerza, patriotismo y capacidad para asumir tareas que muchos creían privativas de los hombres.
No se conformó con el decorativo rol al que pretendían reducirlas algunos: belleza e inspiración: flores delicadas que había que proteger.

Las batallas por la emancipación plena de la mujer en Cuba, todavía vigentes, tienen a Celia Sánchez como referente indiscutible.

Poética de la acción era la suya.

La historiografía revolucionaria le debe también mucho. Ella atesoró con un celo que no todos entendían documentos aparentemente insignificantes.

Posteriormente muchos de esos «€œpapelitos»€ contribuyeron a establecer fechas, esclarecer procesos, aclarar dudas sobre las acciones revolucionarias previas al triunfo.

Después, en los años de creación de varias instituciones, su conducción fue esencial. Su estrecha relación con Fidel ha trascendido como una de las más efectivas labores de colaboración en disímiles ámbitos de la construcción de una sociedad nueva.

Celia fue uno de los más sólidos pilares de un proceso arduo, complejo, demandante.

A cien años de su nacimiento todavía muchos la tienen presente, le agradecen su entrega. Ella dio mucho y pidió nada.

Una vida para el servicio. Una vida para la lucha. Una vida para el amor.

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