Leyenda, cultura y tradición en las parrandas de Remedios

Este 24 de diciembre, cuando la otrora octava villa fundada por los españoles en Cuba celebre el aniversario 205 del nacimiento de las parrandas, así como Remedios, uno de los personajes más fascinantes de la novela Cien Años de Soledad, escrita por Gabriel García Márquez, la vetusta urbe villaclareña lucirá bellísima y extraña, elemental y pura, capaz de encender el deseo y las pasiones de sus habitantes y de los visitantes que de seguro irán a festejar allí.
Este día, la ciudad se divide en dos barrios: El Carmen, representado por el gavilán, y San Salvador, por el gallo; rivalidad que alcanza su clímax el día de las competencias, en las que el fuego ocupa un lugar prominente.
En los meses y días previos a la celebración, el pueblo, de manera masiva, se involucra en la organización de las carrozas, los trabajos de plaza (adornos, luces…), y en el montaje de los fuegos artificiales, proceso en el que participan carpinteros, electricistas, vestuaristas, diseñadores, costureros, pintores y decoradores.
Sobre el nacimiento de esa tradición, se cuenta que el padre Francisco Virgil de Quiñones, quien oficiaba en la Ermita de San Salvador de Horta, ante la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, resolvió la situación con el auxilio de los muchachos del pueblo, a quienes llamó a despertar a los vecinos con pitos, fotutos, gangarrias y latas, para que acudieran a la ceremonia religiosa.
Fue así como en 1820 surgió aquella fiesta, que con el paso del tiempo se convirtió en una de las de mayor trascendencia en el país, y que luego se extendió a más de 40 ciudades y poblados de la nación; para el momento en que fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación y Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la cifra había disminuido a 18.
Al referirse a ese fenómeno cultural, el multipremiado poeta remediano, Luis Manuel Pérez Boitel, asegura que la gente lleva la parranda en la sangre y la vive de manera muy intensa, por eso se acaba una y ya comienza la organización de la próxima.
«Quien no ha tenido la posibilidad de vivir esta experiencia no puede tener la más mínima idea de lo que disfruta el pueblo ese día, y también lo que sufre cuando las cosas no salen tan bien como estaba previsto», expone Boitel.
Por su parte, Erick González Bello, un remediano nato que ha tenido el honor de preservar esa hermosa tradición desde el puesto de director del Museo de las Parrandas, señala que una de las cosas más grandes que tiene la festividad es el fuego, sin el cual el jolgorio estaría incompleto, aunque todas son importantes y dan lucidez al espectáculo.
«Da gusto ver cómo los pobladores de ambos barrios se espían mutuamente para saber por dónde andan las cosas, qué están tramando y cuántas iniciativas nuevas tienen para este año», reconoce, y explica que cuando detectan a alguien del bando rival en los lugares donde preparan la fiesta, lo expulsan del sitio.
Alberto García Montero, un furibundo partidario del barrio El Carmen, reconoce que la preparación de la parranda es como una gran conspiración, en la cual se realizan reuniones secretas para explicar los planes y también analizar la información obtenida acerca del contrario, a partir de la cual se refuerzan aquellos aspectos que consideran más débiles.
Sobre la fiesta del día 24, Alberto explica que a las cinco de la mañana se realiza una diana, a cuya señal salen las congas de cada bando, produciéndose un fuego pequeño. Luego, en horas de la tarde, a partir de las cuatro y hasta las cinco, se intensifica el tiro de voladores, morteros y palenques, turnándose cada barrio de manera respetuosa cada una hora.
Más tarde, a las nueve, se encienden los trabajos de plaza, para que el pueblo los disfrute hasta las 11 de la noche, a lo que sigue la Misa del Gallo a las 12 y el reinicio de los fuegos artificiales, los cuales suelen ser más vistosos e intensos que los anteriores, explica el fanático de El Carmen, quien precisa que al concluir ese momento es cuando salen las carrozas, tras lo cual se vuelve a llenar el cielo de fuegos artificiales.
Acerca de la manera de decidir el ganador, Juan Carlos Hernández Rodríguez, subdirector del Museo de las Parrandas, explica que no existe ningún tribunal para determinarlo; eso lo decide el pueblo. «A las seis de la mañana del 25 de diciembre, se hace una conga, y para donde vayan las personas ese es el ganador. Entonces un fanático de esa jurisdicción sube a la cúspide del trabajo de plaza e iza la bandera del barrio en señal de victoria, aunque al final todos sabemos que quien gana es la población de la villa».
Este miércoles, cuando tengan lugar las famosas parrandas de San Juan de los Remedios, habrá un único ganador, el pueblo y la cultura nacional, que han sido capaces de perpetuar una bicentenaria tradición, la cual constituye orgullo de la nación cubana y de la humanidad.
