Ser sensible

¿Cuándo sentir demasiado está mal? ¿Por qué parece haber tantas personas superficiales y rudas? ¿Realmente la sensibilidad es difícil de encontrar? ¿O es solo apreciación?
No, ser sensible no es un defecto. Lo entiendo ahora, después de una vida cargando con unas cuantas cruces, reprimiendo sensaciones, observaciones porque «no puede ser que te afecte tanto una mirada». Sí, una palabra es más que una unidad lingüística, es expresión. Según como se diga indica muchísimo; y depende también del tono, las pausas, el contexto, el acompañamiento extraverbal.
La sociedad media en cómo somos, la familia también, el círculo completo a veces se compone de amigos, conocidos y compañeros; todos, más las experiencias de vida, ayudan en la conformación de la personalidad, y poco a poco se forja el carácter.
Pero si constantemente escuchas «llorar está mal», «las niñas son dulces, pero no tan delicadas», y tanto más, creces creyendo que esa extrema sensibilidad es sinónimo de frágil y vulnerable, y nadie quiere ser así. Nadie quiere el cartel de «ñoña llorona», y ya me imagino cómo debe ser de peor para un niño varón.
Entonces te pasas la vida escondiéndote para llorar, abriendo mucho los ojos por si viene el diluvio en público e intentas contenerlo porque cualquier bobería te sensibiliza. Y con los años no mejora.
En determinadas situaciones, y en un dos por tres, sientes el nudo en la garganta e impotencia por no poder controlar que te afecte el exterior mientras es inevitable vivir en un mundo que prioriza la productividad y la racionalidad, que exige fortaleza emocional, donde abunda la gente rígida y seca como el polvo.
Sin embargo, no somos débiles. La sensibilidad es una cualidad profundamente humana que nos permite establecer conexiones más fuertes con los demás y el entorno, profundas e intensas. Una persona sensible es capaz de apreciar los matices y responder con compasión, evitará la disputa, evaluará cada expresión facial, sobrepensará y se angustiará por lo que para otros no tiene sentido.
¿Qué tiene de malo un poco de lágrimas tanto si se está triste, molesto o feliz? La sensibilidad es un valor importante y no deberíamos subestimarla ni incitar a reprimirla. El mundo necesita de ella, de personas que perciban los estímulos y los procesen y respondan de manera particular, con atención; que sientan con intensidad tanto lo propio como lo ajeno.
No es un defecto valorar los detalles, encontrar belleza en el entorno, reflexionar antes de actuar. ¿Por qué se menosprecia y se premia la cultura de la dureza emocional? La insensibilidad no es sinónimo de fortaleza, podemos ser la «ñoña» del aula y al mismo tiempo una mujer empoderada que toma decisiones sin titubear tanto en casa como en la oficina.
Como lo veo, la sensibilidad es un poder. Nos permite establecer vínculos auténticos, conexiones emocionales reales, aunque contadas. También nos da herramientas como la comprensión y la escucha activa para resolver conflictos y buscar la eficiencia aún en la adversidad.
No está bien trivializar a los sensibles. Ni son menos, ni no saben protegerse. A menudo poseen mayor conciencia ética. Querer silenciar que sientan de manera profunda, cuando es un talismán en esta sociedad que premia la frialdad y el desapego por encima.. del conectar y cuidar, resultará en que se vetará su esencia, su habilidad para empatizar y entender a los demás, su intuición y manera de ver desde lo nimio a lo trascendental.