Ivette Cepeda, un País de sensaciones (+Video)
La intérprete presentó su disco “País” en dos conciertos en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes
País es un disco profético, un canto a las ausencias, a las distancias, a las soledades. Tu país: el rostro de tu madre, el abrazo de tus hermanos, tu primer amor, tus despedidas. El fonograma del sello panameño NJ Music (2014) es una radiografía de lo que somos como nación y como individuos de este pedazo de tierra rodeado de sal, que cae sobre las heridas abiertas.
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En 2008 Ivette Cepeda pisó el escenario del teatro del Museo Nacional de Bellas Artes como una voz que comenzaba a hacerse sentir en la nocturnidad habanera, cantando joyas de la cancionística cubana. Este septiembre, 16 años después, volvió junto al grupo Reflexión e invitados como una artista de reconocimiento internacional, aclamada y multipremiada, para interpretar canciones que, en su mayoría, permanecieron inéditas hasta encontrarse con su voz.
Son doce composiciones de autores cubanos a las que el público ha hecho total justicia, a pesar de que las disqueras cubanas guarden silencio al respecto. Sin embargo, es, probablemente, el disco con más éxitos de Ivette: Alcé mi voz, Cosas del Corazón, País. Algunas menos conocidas arrancaron entre el público lágrimas y aplausos.
Ay, si yo tuviera luna de papel,
Pa envolver tu cuerpo cada anochecer.
Ay, si yo tuviera ese cascabel
Que suena en tu risa una y otra vez.
(Luna de Papel, Roly Rivero)
“No sabía Roly Rivero que había escrito una canción para una niña que existía”, nos contó Ivette. A un año de grabada Luna de Papel, ella conoció a esa pequeña. Era el barrio del Chorrillo, en Panamá, en un convento que resguardaba a pequeñas que habían sido abandonadas, violadas en la selva del Darién. El grupo llegó para un concierto que recaudaría fondos para construir un mejor lugar para ellas en un entorno más seguro que aquella comunidad.
Una niña inquieta tiraba del vestido de Ivette. Quería enseñarle su mayor tesoro: sus dibujos. Ella pintaba lo que en las noches veía por la ventaba, y recordaba cuando tenía casa, familia, cuando era una niña como otras. Guardaba esas lunas de papel de las que Roly había escrito ya. Ivette lo cuenta y se le inundan los ojos y la garganta. Esa de ahí no es solo una artista, sino una mujer capaz de sentir y segura de que el arte es todo menos un ejercicio vanidoso.
Tengo un credo para resistir la nostalgia y el tiempo:
Creo en el amor.
Ahora paso el invierno más cerca del mar,
No me faltan amigos, tengo un trozo de pan,
Mi guitarra y un hijo.
En fin, que no me puedo quejar.
(Diario, Mike Porcel)
Cada canción es una historia, que nos narra incluso sin la necesidad de las palabras. Algunas desgarran, como el ovacionado Diario, de Mike Porcel, una canción de declaraciones profundas a una madre que no está. “Aunque he sido feliz, pienso en ti”, canta y eleva sus manos al cielo, se le notan las ansias de traspasar el techo de ese teatro y quizás dar otro abrazo a su madre, quien estaba entre su público aquella noche que comenzó este viaje suyo en los grandes escenarios. Es ella, Ivette, sincera y de sentir transparente, una vez más.
El sonido sinfónico de la Camerata del Son y de la Camerata Nueva Vida, bajo la batuta del Maestro Rafael Guedes, arropó en vivo letras que en escasas ocasiones salieron del estudio de grabaciones. Las melodías del bolero Sensaciones (José Luis Beltrán), Santo de tu devoción (Raúl Torres) y El canto me despeja (Karel García) aportaron un brillo especial, un lirismo que acunó el alma.
Entre la variedad sonora de País, se agradece la salsa Esta caída (Karel García). Deleitaron las cuerdas en un nuevo arreglo que, por difícil que parecía, superó el original. Se volvió a escuchar también la dura realidad que cantan las Ausencias de Niuska Miniet, con la compañía del multiinstrumentista Idisán Aldana, cuyo saxofón enriqueció el abanico sonoro de esta presentación.
Pero ya sabes, país, país mío,
Necesito creer que alguien me extrañará si no he venido.
Ya sabes, país, fértil espacio divino,
Necesito volver a tu amor,
Yo preciso volver a este amor que construimos.
(País, María Laura Riba y Adiané Perera)
¿Qué es tu país? ¿A qué lugares y emociones perteneces? De un lado o el otro del mar, hay afectos y recuerdos comunes, una misma música, una misma fe salvadora. Un país son los pedazos de él que van por el mundo. Y este disco es realmente Cuba, en un contexto de emigración y de identidades que se de-construyen o se re-construyen.
Esta producción general del señor Nivaldo Carbonel es una muestra de buen gusto al contar realidades de este suelo, contar un país desde la raíz, desde los corazones y sentires de sus caminantes, los que están y los que se han ido en busca de otros horizontes. El cielo no tiene fronteras.
País llegó a los escenarios en una puesta en escena con un guion pulcro, un sonido exquisito, arreglos finísimos, músicos de primer nivel y con una intérprete que a sus 30 años de vida artística luce su mejor versión. Si bien siempre fue una mujer dotada de un brillo especial en su garganta, algo divino ha sucedido y se le escucha una voz potente como nunca antes, redonda y hermosa en sus graves, espléndida en los registros más altos, siempre acertada, cálida y repleta de qué decir.
Ivette, su música, son una señal de esperanza, un canto de nomeolvides en los balcones de un país que se siente naufragar, pero que aún clama, como ella en los minutos finales de su concierto: esperanza, no nos abandones.