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Un camino siempre torcido

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La doctora Esther Castillo Rodríguez, máster en Prevención del uso indebido de drogas, conoce bien sobre historias que provocan desvelo, esas sobre las que cuesta volver.

Recuerda a un joven que fue atendido en el Centro de Salud Mental de Centro Habana, quien solía alternar entre la marihuana y el crack. Apenas lograba breves periodos de abstinencia. El consumo, finalmente, le provocó una enfermedad cerebrovascular, con afectaciones en su movilidad y otras complicaciones médicas. «Luego de varios días ingresado, falleció».

Para Castillo Rodríguez, la adicción no tiene moldes, «pero cuando se reconoce a un adicto, es importante la atención temprana».

Hablar de consumo de estupefacientes puede parecer tema trillado, pero no lo es cuando en Cuba caracterizan al fenómeno, cada vez más complejo, el aumento en los últimos cinco años, y la disminución en la edad promedio de los involucrados.

Tanto es así que las primeras experiencias, al decir del doctor Alejandro García Galceran, director del citado Centro de Salud Mental, se encuentran entre los 13 y los 14 años.

Queda claro que la Isla no es un país productor de drogas, mucho menos de almacén o tránsito, pero la principal afectación proviene del exterior, según detalló el coronel Juan Carlos Poey Guerra, jefe del Órgano Especializado de Enfrentamiento Antidroga, del Ministerio del Interior, en el programa Hacemos Cuba.

Argumentó que la situación geográfica del país –en el centro de los mayores países productores– provoca que siempre estemos bajo la influencia de la actividad de narcotráfico. «En el norte oriental transita una ruta con una operatoria activa, y su movimiento produce que tiren hacia el mar la droga y, como consecuencia, arribe a nuestras costas».

No obstante, todas las sustancias que se encuentran en el país no ingresaron por los hechos de recalo. Poey Guerra puntualizó que existe una amenaza latente en cubanos radicados en el exterior, quienes intentan introducir drogas a través de dos vías fundamentales, la marítima y la aérea.

De igual forma, informó el coronel, persisten afectaciones por cultivos de marihuana, principalmente en Santiago de Cuba, Granma, Holguín, Guantánamo y Las Tunas; con actividad extendida en el resto del país.

RECREACIÓN VS. PELIGRO

Pero, ¿cuál es el ciclo de la adicción?, ¿qué consecuencias provoca ser consumidor de la sustancia ilícita?, ¿qué factores inciden?

Sin duda, creer que al consumir drogas se puede controlar la cantidad ingerida, constituye un error. «Nadie puede definir dónde está la frontera», puntualiza el doctor García Galceran, y añade que las personas consumidoras, antes de llegar a ser adictos, pasan por un ciclo:

«Primero comienzan experimentando, después deja de ser experimentación y se convierte en ocasional, luego recreacional, y poco a poco va siendo habitual, y de ahí a que se conviertan en dependientes hay un paso».

Las adolescencias, etapas de cambios y crecimiento, constituyen el grupo etario en el que se vislumbran los primeros pasos de consumo de sustancias ilícitas.

García Galceran comenta que algunos adolescentes, en el proceso de ingreso al mundo adulto, ingieren estas sustancias, y puede ser, tanto por explorar o para sentirse aceptados en su entorno social.

Explica, además, que en los últimos tiempos se ha destacado el policonsumo –utilización de varias sustancias a la vez– y se han incorporado nuevos químicos que imposibilitan reconocer el tipo de estupefaciente.

Aunque el perfil de la persona consumidora no se circunscribe al estereotipo de individuo marginado o pobre, existen factores culturales e individuales que hacen ser proclives a la sustancia.

Al respecto, la doctora Castillo Rodríguez dice que el hecho de que existan antecedentes de personas adictas en la familia, representa una condicionante; así como la falta de autoridad en la crianza, lo que provoca que no exista control sobre la conducta.

DE DROGAS Y LEYES

De cero tolerancia sabe bien nuestro país, que desde el triunfo de la Revolución mantiene una política para prevenir y enfrentar el consumo de drogas. Como parte de ella, se realiza un trabajo multisectorial, en el que intervienen todos los órganos y comisiones de prevención.

De igual manera, la detención del fenómeno se visualiza en el Código Penal. Según explicó Ileana Julia Gómez Guerra, presidenta de la Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado, del Tribunal Supremo Popular, en una emisión de la Mesa Redonda el pasado año, lo que se sanciona es la tenencia y el tráfico de drogas, no a los consumidores. Estas sanciones discurren entre los cuatro y los 30 años de privación de libertad, la privación perpetua de libertad y la pena de muerte.

Dijo que la modalidad delictiva de cuatro a diez años procede, siempre y cuando la cantidad de droga no rebase la libra. Además, están previstas aquellas personas que producen, elaboran, adquieren, trafican, y las que introduzcan o extraigan del territorio nacional estas drogas ilícitas o sustancias con efectos similares.

Precisó que, si la cantidad de droga incautada es mayor, la sanción se eleva de diez a 30 años, prisión perpetua de libertad o la pena de muerte. Asimismo, si en el hecho delictivo se involucra a menores de edad, los tribunales pueden imponer estas sanciones.

En 2023, 689 personas fueron penalizadas y al 92 % se les impusieron penas privativas de libertad, según informaron en el programa televisivo Mesa Redonda.

TRABAJAR PARA PREVENIR Y EDUCAR

Al decir de Eugenio González Pérez, viceministro de Educación, las adicciones están asociadas a patrones relacionados con la sociedad de consumo, «donde la pérdida de los valores y la proliferación del mercado ilícito de drogas tiene un papel hegemónico».

Por ende, es necesario el estudio del impacto que tienen en la formación integral de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, pues constituyen barreras en el crecimiento cultural y emocional, plantea.

Llegado a este punto, es preciso plantearse: ¿Qué se necesita para enfrentar el consumo ilícito de drogas?, ¿cuáles son las estrategias implementadas para prevenirlas?

El Director del Centro de Salud Mental detalla que ellos trabajan la esfera asistencial y los daños por prevenir, una vez que la persona esté enferma o con recaída. Además, colaboran, de conjunto con otras instituciones, en las áreas en las cuales se identifican los grupos de riesgo y los vulnerables.

En este sentido, los centros educativos no permanecen de manos cruzadas, sino que también contribuyen a promover actitudes de rechazo, y, articulados con otros organismos, mantienen un plan de acción frente al empleo de estupefacientes.

Sin embargo, para prevenir hechos de drogas relacionados con los estudiantes, se encuentra la Resolución Ministerial 15 del año 2019: Programa educativo para prevenir el consumo de drogas en el Sistema Nacional de Educación, vigente hasta 2025.

Este instrumento tiene entre sus objetivos promover el desarrollo de valores éticos y morales que contribuyan a asumir estilos de vida saludables; y fomentar el conocimiento sobre los efectos y consecuencias nocivas en la salud física, síquica, el daño social, familiar y laboral, modificando los mitos y creencias erróneas en torno a las drogas. Además, fortificar la labor preventiva, con énfasis en la niñez, la adolescencia y las familias.

No obstante, por mucho que existan estrategias y leyes para enfrentar el problema, aún queda mucho por hacer. García Galceran precisa que se requiere fortalecer todos los departamentos de prevención y tratar con atención diferenciada a los municipios, principalmente en las zonas de mayor incidencia.

El Viceministro de Educación coincide y añade que urge realizar debates en las comunidades e integrar a los sectores que el fenómeno social transversaliza.

Agregó que «sigue constituyendo un reto lograr la sensibilización para desarrollar en niños, niñas, adolescentes y jóvenes una cultura de rechazo a las drogas».

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