Género e inclusión

Sexo y género, más allá de la muerte

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La ciudad de Boston levantó una estatua a la más joven y primera mujer escritora de origen africano en Estados Unidos. Autor: Tomado de Internet

Suele decirse que la sexualidad es algo que nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. En Sexo sentido pensamos que trasciende esos límites, porque mucho antes del primer llanto, desde la gestación materna, la sociedad condiciona nuestras vidas según las expectativas familiares, la epigenética y los estereotipos asociados a una u otra genitalidad.

También muchos siglos después de la partida física, hay sujetos que siguen siendo admirados o cuestionados en su modo de asumirse a través de anécdotas, leyendas, obras de arte y cualquier otro vehículo cultural, empleados para perpetuar tabúes o para barrer estigmas, siempre asociados a la identidad de género y los roles cumplidos en vida, más o menos en sintonía con el mandato de cada tiempo y lugar.

A partir de este mes les compartiremos algunas pinceladas de esas historias únicas, a veces increíbles, que por dos años hemos estado redescubriendo en el grupo de
WhatsApp de Senti2 cada noche de miércoles, en la sección del Personaje polémico. La de hoy tiene el mérito de romper una triple condición discriminatoria: edad, sexo y esclavitud.

Phillis Wheatley es conocida hoy como «la madre de la literatura afroamericana». Nació en 1753 en Senegal, África, pero a los siete años fue vendida a una familia en Boston como sirvienta y doncella personal, con tan buena suerte que percibieron su sensibilidad para las artes y le facilitaron estudios cristianos y apoyo social, al punto de llegar a ser la primera esclava en publicar un libro en Estados Unidos.

Su gran obra, Poems on Various Subjects Religious and Moral (Poemas sobre varios asuntos religiosos y morales) fue publicada en 1773, dos años antes de que comenzara la Guerra de Independencia. Eso la convirtió además en la segunda mujer en publicar un libro de poemas en el país, después de Anne Bradstreet, una inglesa de familia bien posicionada.

Su nombre, Phillis, proviene del barco que la trajo y Wheatley de la familia de comerciantes que la protegió. En su casa la educaron en el estudio de la Biblia, los clásicos griegos y latinos, literatura británica, astronomía y geografía. Pronto dominaría el inglés a la perfección y a los 14 años comenzó a escribir poesía, publicando su primer poema en 1767 bajo el título A la Universidad de Cambridge, en Nueva Inglaterra.

A medida que su obra crecía, debió enfrentarse a la incrédula sociedad esclavista, que dudaba de su capacidad por múltiples razones: origen, edad, sexo…, y a los 20 años tuvo que defender sus dotes ante la Corte de Boston, en lo que se considera el primer reconocimiento en la historia de Estados Unidos de la igualdad intelectual entre blancos y negros.

No obstante, no logró publicar en su país de acogida. En 1773, con el apoyo financiero de una condesa inglesa, viajó a Londres con el hijo de los Wheatley para
publicar su primer libro y codearse con la nata de la sociedad londinense, que le obsequió copias de libros prestigiosos, como Paraíso Perdido y el Quijote.

En pocos meses logró publicar otras obras y reunir dinero para regresar a América y comprar su libertad, para publicar sus obras en Estados Unidos, y hasta George Washington reconoció que admiraba su gran genio poético.

Su herencia africana y la religiosidad protestante le ganaron adeptos en ambos continentes, y tanto esclavizadores como abolicionistas emplearon sus poemas para dialogar con los esclavos.

A pesar de su talento, su vida no fue de rosas. En 1778, Wheatley se casó con John Peters, un negro libre de Boston, a quien parió tres hijos, pero ninguno sobrevivió. Cuando no logró publicar un segundo libro y quedó en la ruina, el marido la abandonó, y debió trabajar como sirvienta y lavandera en una pensión, mientras seguía escribiendo poesía.

Murió en diciembre de 1784, con 31 años, sin aquilatar totalmente el valor de su huella en la historia y la literatura de aquel país. Su talento fue bandera para quienes insistieron en abolir la esclavitud y romper las barreras de la desigualdad de raza y género a partir de la demostración de que los afrodescendientes, incluso las mujeres, eran tan seres humanos como los blancos, y podían ser capaces, talentosos e inteligentes.

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