Cultura

Industria fonográfica en Cuba: Comercio digital y el adiós al disco físico

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En el año 1974 se vendieron en el mundo alrededor de 1 000 millones de discos; al finalizar el siglo ese número se había triplicado. Cuando concluyó el 2013 las ventas de música en soporte físico (casetes, CD, vinilos) habían caído hasta regresar a las cifras relativamente bajas de principios de la década de 1970. En ese entonces, la música grabada era cara y escasa y cada persona elegía cuidadosamente los discos que compraría.

Luego este escenario dio un vuelco de 180 grados cuando el control de la distribución física fue sacudido por la irrupción de internet, y el uso de nuevos modelos de distribución legal online para frenar la piratería.

Según un informe de marzo de este año de la Asociación de la Industria Discográfica de América (RIAA por sus siglas en inglés), los servicios en streaming que incluyen suscripciones de pago y plataformas con publicidad, crecieron un 7 por ciento hasta alcanzar la cifra récord de 13.300 millones de dólares en ingresos, lo que supone el 84 % del total de ventas de música.

En todo el mundo, hasta diciembre de 2022, 92 millones de personas están suscritas a un servicio de streaming, frente a los 84 millones del año anterior. Los ingresos totales de la industria discográfica crecieron por séptimo año consecutivo hasta alcanzar la cifra récord de 15 900 millones de dólares. El CD recaudó 46.6 millones y reportó ingresos de hasta 584 millones de dólares.

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En este escenario se mueve el mundo, y Cuba, si bien tiene una manera propia de concebir la producción fonográfica que responde a la política cultural y no a las exigencias del mercado, y la industria física del disco es subvencionada porque no se recuperan las inversiones por los bajos montos en los que se comercializa, sabe que el consumo de música ha cambiado y desde hace unos años potencia estrategias para insertarse en el comercio digital de la música.

Pero, bajo la premisa de que el mercado no puede ser el único mediador, ¿de qué manera se combate el trasiego de memoria a memoria de la música, la piratería? ¿cómo se puede pensar desde una perspectiva de industria en un país donde prácticamente no hay industria, o esta da sus primeros pasos?

Adolfo Costales, músico y productor de Colibrí, cree que la producción fonográfica en el país está en un mal momento, por la crisis económica y la inflación, de la que las disqueras no están exentas.

“Colibrí lo sufre un poquito más, porque, aunque siempre ha sido una ventaja, la casa discográfica es financiada por el Instituto Cubano de la Música, y sus objetivos no son directamente comerciales, sino más bien culturales”.

El músico define un momento pre pandemia y otro pos pandemia, donde esas decenas de discos que se producían al año, se redujeron considerablemente.

A criterio de José Manuel García Suárez, gerente de Producción de Bis Music, la industria fonográfica en Cuba está en un buen momento porque, a partir de la experiencia acumulada, todas disqueras han consolidado su trabajo.

En el caso de Bis Music, han logrado armar un catálogo sólido y han ganado prestigio entre los músicos que posibilita que muchos artistas quieran grabar con ellos. Asimismo, se ha fortalecido el audiovisual como una línea de trabajo dentro de la industria.

“Atravesamos en estos momentos los mismos problemas que el resto de las esferas de la economía cubana. Se han encarecido todos los procesos; con el presupuesto con el que antes se podía hacer un disco o un audiovisual, ya no es posible.

“Eso tiene una implicación grande para la empresa, y lo peor es que se va complicando cada vez más. Cuando se hizo el cambio de moneda siempre nos preocupó dentro de la industria, porque antes un presupuesto de diez mil CUC podía parecer caro, y cuando se multiplicaba por veinticuatro era mucho más complejo, pero ya ni siquiera por 24”, explica a Cubadebate el productor.

Según refiere García Suárez, cuando se habla lo mismo con un músico que con un asegurador (transporte, alimentación, escenografía, ect), el cambio es a 180. “Eso incide en el costo de una producción y repercute también en el trabajo, que aún no lo estamos viendo, pero que pronto se reflejará”, alerta el directivo de Bis Music.

Pese a esa compleja situación, considera que en cuanto a calidad artística y a niveles de producción todavía están en un buen momento. Según cifras de Bis Music, se están haciendo alrededor de 60 producciones al año, además de otras líneas como espacios en la televisión o documentales, videoclips y making off.

Además, desde el punto de vista tecnológico existen todas las condiciones en los Estudios 18 de la Egrem, los Estudios Abdala, los de PM Récords. Las filmaciones se hacen con equipamiento de primera calidad y el talento existe.

Disco físico o digital

El disco físico es un soporte que está tendiendo a extinguirse, asegura el gerente de Producción de Bis Music. “Los reproductores de discos cada vez son menos, las computadoras y autos vienen sin reproductores de discos compactos. En Cuba nos mantenemos haciendo discos físicos, pero es una línea que a futuro va a desaparecer”.

Por su parte, Carol Fernández, directora de Colibrí, comenta que actualmente su disquera no está produciendo discos en físico para vender porque los costos por unidad son muy elevados y en Cuba quedan muy pocos proveedores de esos servicios con disponibilidad de materias primas.

Sobre los precios de los discos físicos, García Suárez asegura que siempre ha sido política del país mantener montos económicos: actualmente, un fonograma está alrededor de los 260 pesos.

“La recuperación por esa vía es bastante lenta. En estos momentos en los conciertos es donde más se venden los discos físicos. Las ventas en tienda no son los grandes volúmenes que eran antes, el precio, por supuesto, tampoco te permite recuperar”.

Sobre el tema refiere que cada álbum es diferente al otro y se trabaja básicamente como una masa, o sea, no se recupera disco a disco, sino a partir del volumen de toda la producción que se está vendiendo en el momento.

“La recuperación se demora mucho más si no suben los precios, que no se van a subir por supuesto, porque sabemos que hay cosas más prioritarias que comprar un disco. Nuestra política es tratar de mantener precios estables, que sean asequibles para la población”.

Dentro del formato físico, desde Bis Music han empezado a explotar una nueva forma de comercialización mediante la venta de memorias flash, un producto más atractivo, con más calidad, que puede ser útil para otras funciones.

“Nos hemos insertado también en la comercialización online─ la forma fundamental en la que se distribuye la música en el mundo entero─ mediante el agregador internacional The Orchard, que nos sitúa en todas las plataformas. Un mecanismo bastante rápido con resultados económicos interesantes. En Cuba, lo hacemos mediante Sandunga, que da sus primeros pasos, y aunque no es significativa la recuperación económica que se logra a través de ella, es súper positivo que exista una plataforma en el país que pueda promover y vender la música cubana”.

Colibrí, por su parte, se insertó en la distribución digital a la par que las restantes disqueras, “con las dificultades que nos imponía la poca conectividad y el limitado conocimiento de la comercialización en ese ámbito, dado fundamentalmente en la falta de estas prácticas en nuestro país”, explica Carol Fernández.

Iniciamos esa práctica con Altafonte, una empresa agregadora de contenidos radicada en España, con la cual tienen relaciones contractuales todas las disqueras cubanas.

“En los últimos años se ha intensificado la presencia de nuestros fonogramas en las plataformas internacionales de comercialización digital. Sin embargo, las características de nuestra disquera, sobre todo relacionadas con el encargo con el que fuimos creados, que mira más a lo patrimonial, a lo auténtico de la música cubana, a los jóvenes, a la música académica o de concierto, hace que nuestros fonogramas no sean de los más comerciales en estas plataformas.

“Por estas razones, y conociendo que tenemos un sello en nuestra disquera dedicado únicamente a la música de concierto, desde hace más de dos años iniciamos trabajos con Outhere, una distribuidora especializada en ese tipo de repertorio. Es el único distribuidor que nos exige estándares elevados de audio. Los resultados han sido muy satisfactorios”, refiere la directora de Colibrí.

Además, también distribuyen todos sus fonogramas en Sandunga. “Tenemos un 80 por ciento de nuestra discografía disponible para el territorio cubano y no planteamos como meta para este año llegar al 100% de lo concluido”.

Adolfo Costales, músico y productor de Colibrí, cree que el disco en formato físico no debe extinguirse, porque al final es la constancia del trabajo, algo que queda en el tiempo.

José Manuel García Suárez, gerente de Producción de Bis Music, considera que la producción de discos en físico va a desaparecer por muerte natural por el propio desarrollo tecnológico. “La gente no se motiva en escuchar el disco físico, y cuando el turista lo compra es para tener un souvenir”.

El directivo recuerda los altos niveles de producciones de discos físicos en Cuba cuando existía una fábrica de discos compactos, “pero lamentablemente aquello desapareció por una mala administración. Actualmente, se producen en fábricas pequeñas, artesanales, que tiene cada casa discográfica, excepto Abdala y Colibrí. Se logra un nivel de calidad, pero no es una fábrica con todas las de la ley”.

Además, influye en que al músico le hace mucha ilusión tener el disco físico en la mano, los lanzamientos. “Eso mantendrá la vida del disco físico durante un tiempo, pero creo que en cinco o seis años desaparecerá por completo. Genera más pérdidas que ganancias y, por ejemplo, desde el plano económico la impresión en estos momentos es demasiado cara, no se puede hacer en una entidad estatal, sino con particulares con montos altos. Si a eso se le suma el costo de importación de las materias primas, el margen de ganancia es bien poco”.

García Suárez cree que es complejo el cambio en Cuba del formato físico al digital, aunque se están dando pasos. “Lo fundamental sería tratar de crear el hábito en el público de consumir ese tipo de música y que va a pagar por esos productos, para luego recuperar la inversión. En Cuba no hábito pagar por consumir música. Sandunga es la primera experiencia”.

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A nivel global, los ingresos por la venta de discos físicos aumentaron un cuatro por ciento en 2022 hasta alcanzar los 1.7 millones de dólares, según datos de la RIAA. Los consumidores compraron 41 millones de unidades de vinilo el año pasado frente a 33 millones de CD, lo que supone un cambio de tendencia.

Si a ese comportamiento se suma la calidad y prestigio de la música cubana, o de agrupaciones puntuales como Los Van Van, Irakere o el Buena Vista Social Club, la producción de discos de vinilo podría ser también otra opción de comercialización que generaría importantes ganancias para el país.

Es un reto insertarse en las plataformas internacionales de comercialización online de la música, y más que insertarse, mantenerse y no ser un disco más entre los cientos de miles que puede tener esa plataforma.

Los algoritmos potencian a los que más pagan y dejan de lado la calidad que puede tener determinada propuesta fonográfica. La música cubana generalmente se incluye en los apartados Tropical o Salsa, y somos mucho más que eso. Los pasos se están dando, y las ganas de hacer y concebir la cultura como una industria que puede generar ganancias también están.

Sandunga puede ser otro vehículo para captar ingresos, pero llevará detrás un proceso paulatino para educar al público cubano que como bien dijo el gerente de Producción de Bis Music, no está adaptado a pagar por la música, aunque los costos sean ínfimos.

“La patente de corso” para ejercer la piratería que se le otorgó en un momento al sector no estatal que vendía y reproducía discos a libre albedrío, en contra de los derechos del autor y su obra, fue una de las causas, además de otras alternativas de distribución que surgieron como el paquete y algunas plataformas de redes sociales. Una canción estaba al alcance de un clip.

El otro desafío para el país es estudiar cómo funciona el mercado, establecer prioridades, entender que un producto no puede generar más costos que ganancias, y que solo se debe subvencionar cuando contribuye a salvaguardar el patrimonio cultural. El disco físico perecerá, morirá. Es una realidad palpable, mientras, urge entender que las tiendas de Artex y la Egrem, no pueden ser un museo repleto de discos que no se venden.

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Tomado de Cubadebate

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