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Los pececitos de plata

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Imagen tomada de Internet.
Todo hombre de mar es un buen bebedor. En un bar yo me encuentro a Luis, El Galleguito, que era uno de los mejores pescadores de Cuba hasta que murió, por allá por los años setenta, toda su vida dedicado al mar. Él me contaba cosas del mar, anécdotas, hasta que caía en los pececitos de plata.

Dice que él, con dos pescadores más que ahora no recuerdo el nombre, iban en una cachucha, y que en medio de aquel mar los agarró una calma blanca, que las velas ni se movían. Eso es terrible para un pescador, y empezaron a hablar mal de Dios. Decían: “Dios, cabrón, coño, manda viento, manda viento, manda viento, que si no, no podemos movernos ni pescar”.

Y dice que de pronto empezó a rodearlos una gran mancha de peces blancos en aquel lugar, y ellos dijeron: “¡Mojarras! Bueno Dios no nos mandó el viento, pero nos mandó los peces…” Entonces tiran las carnadas y empiezan a cogerlos. Pero se dan cuenta de que al primero que pescan cuando lo sacan del agua se vuelve duro. Pesaba, estaba tieso, no brincaba, no saltaba. Entonces intrigados cogen el pez, lo muerden y ven que es un pez de plata. Le metieron el arpón y vieron que era plata de verdad.

Empezó la ambición, comenzaron a coger todo lo que pudieron, con jamos, con varas, con todo lo que encontraron. Comenzaron a llenar la cachucha aquella de peces de plata. Y los echaban para el tanque que traen siempre las cachuchas, pero no se dan cuenta de que la embarcación va bajando, va bajando por el peso de la plata y su hunden cuando menos lo esperaban.

Entonces es que tienen que ir nadando hasta el cayo más cercano, que es Guájara, y ahí están un buen tiempo hasta que pasa alguien y piden auxilio. Llegaron después al puerto. Ellos cuentan lo sucedido, que hay plata en el fondo, en el barco.

Y cuando con mil esfuerzos regresan al lugar a sacar la embarcación, que por cierto seguía tan pesada como cuando se hundió, y la suben a flote, lo único que encuentran son piedras de todos los tamaños y colores. Entonces ellos lo único que sabían decir era: “Compadre, lo único que no se puede ser en la vida es ambicioso”.

Fuente: Leyenda escrita por Rogelio Menéndez Gallo, tomada del libro El Poseidón cubano de Alejandro Batista López y Edelmis Anoceto Vega.  

Maibelys Fernández González

Maibelys Fernández González

Licenciada en Lengua Inglesa y gestora de contenidos en las redes sociales de CMHS Radio Caibarién

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