El único en Cuba con cuatro esferas
Es el único en Cuba con cuatro esferas, norte, sur, este y oeste, que trabajan con la misma maquinaria. Esta singularidad convierte el reloj en reliquia y tesoro de Caibarién
El programa Identidad de Radio Caibarién nos recuerda lo peculiar de nuestro terruño, eso que nos hace ser de Caibarién y no de otro lugar.
Hoy reproducimos el guión sobre el reloj de la Parroquial Mayor:
En el costado sur del Parque se encuentra la iglesia católica de Caibarién, Nuestra Señora de la Purísima Concepción. Se alzó como el primer templo religioso de la Villa Blanca. La Parroquial se inauguró en el 1849. Nación de madera con el techo de guano. Años más tarde, en 1853, comenzó la construcción de la iglesia como la conocemos hoy. Se inauguró con esa estructura el 2 de mayo de 1857. A la inauguración de la casa principal de los feligreses asistieron el teniente gobernador Don Gregorio Lambea y Zurita, el Padre Eusebio Bejarano y los principales pobladores de Remedios y Caibarién.
Según cuentan los historiadores, la nueva iglesia no contaba con campanario. Era apenas una nave similar a un almacén. Por el reclamo de los pobladores, inició la construcción de la torre en 1858 y fue terminada cuatro años más tarde.
Durante la primera mitad del siglo 19 cubano, varios ayuntamientos de la Isla promovieron suscripciones voluntarias para la compra de relojes públicos. Casi siempre se instalan en iglesias o edificios gubernamentales. Aparecieron peticiones de toda Cuba, algunas formuladas por las tenencias de gobierno de importantes ciudades, y en otros casos, de poblaciones de menor rango. La Aduana, el Castillo de la Fuerza, la Catedral y de las iglesias del Espíritu Santo y del Cristo tenían ya sus relojes.
Entre los relojes públicos más famosos de entonces algunos merecen mención. Tenemos al el extraordinario y preciso reloj solar del Cuartel de San Ambrosio. También el reloj de la Parroquial Mayor de Guanabacoa, reloj del Palacio de los Capitanes Generales. Por fuera de las murallas, estaba el del Arsenal. Con sus relojes se colocaba La Habana a la altura, o si queremos, a la Hora, de las ciudades más desarrolladas de esa época.
Pero medir la hora colectivamente no fue fortuna exclusiva de la capital. Antes de concluir el siglo, en muchas de las ciudades existía más de un reloj de uso comunal. Ellos regían la vida con sus campanadas, además de embellecer los edificios públicos de mayor prestancia. De cierta manera llegaron a simbolizar el poderío de sus ayuntamientos.
Con el siglo 19 también llegan a la isla los relojeros suizos, franceses, alemanes y españoles, que se instalan en las calles Mercaderes y Obispo. Además, abren sus tiendas y talleres de reparación.
Ya conocemos sobre la edificación de la Parroquial Mayor Nuestra Señora de la Purísima Concepción. También de llegada de los relojes públicos a Cuba. Pero prometí dialogar esta vez sobre nuestro reloj. Aún se alza este símbolo ya del parque de nuestra ciudad. Y claro, orgullosos los repetimos: Es el único en Cuba con cuatro esferas, norte, sur, este y oeste, que trabajan con la misma maquinaria. Esta singularidad convierte el reloj en reliquia y tesoro de Caibarién. Pero, ¿cómo llegó el famoso reloj a la torre?
Cuenta que el reloj fue donado por un comerciante norteameriano, Humbert Bishop. Añaden a esta historia el hecho de que, al llegar a desembarcar por la aduana del puerto de Cayo Francés, le querían cobrar un alto precio por los impuestos aduanales. La voz popular narra que el comerciante se enfureció y tiró al mar el rolo de cuatro caras.
Bajo el agua permaneció sumergido el reloj que trajo el norteamerican Bishop. Transcurrieron 5 meses hasta que los pobladores lo sacaron. Pidieron entonces que lo pusieran en un lugar visible de la villa, y acordaron que ese sería la parte más alta de la torre de la iglesia católica.
Enseguida se movilizaron carpinteros, albañiles y relojeros. Construyeron un andamio de 17 metros de altura para colocar y poner en marcha el mecanismo. Allí se alzo en el lugar donde aún permanece, desafiando el tiempo. El reloj fue colocado en el año 1871 cuando terminó la temporada ciclónica.
Allí está, a una esquina de la plaza central, incólume, el reloj de cuatro caras de Caibarién. Una de nuestras más queridas reliquias. Ha marcado, y burlado, al tiempo.
Imagen: tomada de Internet.