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Cuba: ¿Servir o ser vil?

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Tomada de Visión Gráfica, Periódico Invasor. Autor Osvaldo Gutiérrez Gómez 

Esto no es una sección «del lenguaje» ni mucho menos. Sucede que eran apenas las 4:30 de la madrugada cuando pedí el último en cierta oficina de trámites de La Habana y el reloj de mi móvil marcaba aproximadamente las 4:30 de la tarde cuando por fin entramos mi padre, mis hijos y yo a iniciar el trámite. En esas doce horas de pie en la calle, con breves descansos en «el contén del barrio» (sin Varela), una tiene chance de pensar mucho, algunos asuntos trascendentes y otros no tanto.

En aparente tranquilidad, sucedieron las primeras dos horas, pero cuando a las 6:30 se abrió la puerta y salió un funcionario soñoliento pidiendo que nos organizáramos en «fila india», uno detrás del otro para escanear los carné de Identidad.

¡Ay mamita! ¡Ahí se formó! Salieron a la luz entre cinco o seis coleros que habían marcado ni sé para cuántas personas cada uno. La tarifa no es baja, son 500 pesos, así que estaban dispuestos a defender a sus «clientes» a como diera lugar.

Bueno, para no hacer largo el cuento, hubo discusiones, amenazas, guapería y, claro, mucha sátira y más de un chiste que relajara el ambiente. Pero la verdadera explosión estaba por llegar: voy a escanear para tener la información, pero se va a pasar por la cola que ustedes tenían hecha, explicó el joven funcionario.

Traduzco: hasta las 8:30 estuvieron llegando los «clientes» recién salidos de la cama, escanearon sus carné y entraron a hacer su trámite antes que la mayoría de los trasnochados que marcamos desde las 3 ó 4 de la mañana. El mecanismo recién estrenado resultó absolutamente funcional para el negocio redondo de los coleros.

Hubo protestas, claro. Algunas descompuestas, otras con toda mesura. Durante el día intentamos preguntar mil veces, dudas, preocupaciones, aclaraciones que nos permitieran hacer menos agónica la espera. Pero el concepto de ”sálvese quien pueda» fue la respuesta general, unas cinco personas diferentes interactuaron con los que esperábamos, cada uno de ellos con el mismo aire de indolencia y prepotencia (por qué será que rima).

Al final del día «resolvimos». De mala gana, pero nos atendieron a todos y todas. Entre mis pensamientos de la jornada estuvo el dilema del título ¿De qué va la gente que atiende público, ya sea en una tienda o en una oficina de trámites: de servir o de ser vil.

Según el diccionario de la RAE: 

Servir: «Ser útil o a propósito para un determinado fin, estar al servicio de alguien, suministrar a un cliente [lo que ha pedido], poner [comida o bebida] en el recipiente en el que va a consumirse’ y, como intransitivo pronominal, valerse de algo y tener a bien hacer algo.

Ser vil: «Dicho de una persona: Que falta o corresponde mal a la confianza que en ella se pone».

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