Deportes

El deporte en Martí

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La figura de José Martí es fuente inagotable de investigaciones históricas en el afán de entregarnos los detalles más apasionantes de su vida como extraordinario revolucionario y hombre de letras que sin dudas se adelantó a las mentes más prolíficas de su época.

Incluso, con el paso del tiempo, se ha escrito más acerca de sus vínculos con los deportes, una faceta menos conocida en su fecunda labor periodística y literaria. Se conoce que practicó una sola especialidad: el ajedrez; pero en sus crónicas demostró conocimientos sobre carreras de fondo, fútbol americano, billar, boxeo, equitación, esgrima, caza, corridas de toros y patinaje, entre otros.

En un artículo publicado en marzo de 1883, escribió sobre  la importancia de la práctica del deporte: «En estos tiempos de ansiedad de espíritu, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo. En las ciudades, sobre todo, donde el aire es pesado y miasmático; el trabajo, excesivo; el placer, violento, y las causas de fatiga grandes, se necesita asegurar a los órganos del cuerpo, que todas estas causas empobrece y lastiman, habitación holgada en un sistema muscular bien desenvuelto, nivelar el ejercicio de todas las facultades, para que no ponga en riesgo la vida. A los niños, sobre todo, es preciso robustecer el cuerpo a medida que se les robustece el espíritu»». (1)

Para casi nadie es un secreto la afición de Martí por el ajedrez. Incluso llegó a practicarlo durante su estancia en México y Guatemala. Las primeras pruebas concretas del interés del Maestro por el juego ciencia fueron en febrero de 1875, en tierras aztecas, exactamente en la casa del emigrado cubano Francisco Zayas Bazán. Este hombre era el padre de Carmen, quien años después se convertiría en la esposa y madre de su hijo.

Más tarde, al trasladarse Martí a Guatemala, fue compañero de juego del General Miguel García Granados, expresidente de la República y padre de María García Granados, a quien Martí dedicara su inolvidable poema La Niña de Guatemala.

La única partida jugada por el Maestro que se conserva es del año 1876, durante su estancia en México, contra el niño de 11 años Andrés Ludovico Viesa. En ella hizo algunas jugadas para probar la capacidad de respuesta de Ludovico, y  este fue capaz de derrotarlo. La partida no posee ningún valor desde el punto de vista deportivo, pero constituye una prueba histórica de la relación del Apóstol con el juego ciencia.

Sin embargo, el más universal de los cubanos fue un duro crítico de los deportes donde predominaba la violencia. El boxeo, las corridas de toros, las competencias de corredores a pie y el fútbol americano recibieron su afilado verbo.

En una crónica publicada en el  periódico La Opinión Nacional de Caracas, el 4 de marzo de 1882, titulada Una pelea de premio, calificó al boxeo como «una cosa brutal, vacía de hermosura y de nobleza»». (2)

Más que la crítica al combate boxístico, analiza el impacto social que tiene la bestial pelea y termina su artículo con esta reveladora frase: «Es este pueblo [el norteamericano] como grande árbol: tal vez es ley que en la raíz de los árboles grandes aniden los gusanos»». (3)

En otro artículo suyo, publicado en el diario neoyorquino The Sun, el 31 de julio de 1880, Martí relata una corrida de toros en Madrid. A través de ella, las palabras sangre, muerte, además de los supuestos gritos de alegría, aparecen continuamente, como una forma de ilustrarnos la deshumanización a la que se puede llegar en las corridas: «Si un toro magulla a un hombre y queda sobre el suelo, dado por muerto, a nadie le importa. Se continúa la función igual y a veces se aplaude al toro»». (4)

El fútbol americano, uno de los deportes más violentos del mundo, también recibió la diatriba de Martí. Acerca de un partido entre los colegios de Yale y Princenton, escribió en La Nación de Buenos Aires, el 11 de enero de 1885: «Debajo de mis ventanas pasa ahora, en una ambulancia, en trozos, unidos apenas por un resto de ánima el capitán de uno de los bandos de jugadores de pelota de pies. El juego sigue, y el vítor, y el aplaudir de las mujeres. A otro le cuelga el brazo dislocado. A otros les corre la sangre por los rostros»». (5)

También describió crudamente la indignación que le producían las carreras profesionales de corredores a pie, por lo que tenían de despiadadas e inhumanas. Al comentar estas Martí publicaba el 22 de marzo de 1881, en el propio diario caraqueño La Opinión, una extensa crónica de la cual extraemos el siguiente párrafo: «Apretados los codos a ambos costados, cerrados los puños, jadeante la faz, y llagados los pies, tajan el aire en una carrera los caminadores que, en torneos por dinero, comparten con sus hazañas repugnantes y sus ojos salidos de las órbitas, la admiración de un público enfermizo que ha aprendido a mirar sin dolor las lastimaduras de los pies y las del alma»». (6)

Cuando se hable de periodismo deportivo es válido recordar entonces al hombre de La Edad de Oro, insigne pensador de la política y la cultura latinoamericanas, quien en su impronta creativa no olvidó la apasionante esfera de la actividad del músculo.

Igualmente, avizoró Martí, como ningún otro pensador de su tiempo, lo bestial y repudiable que se engendraba en los Estados Unidos a través de la comercialización y el profesionalismo, que en la actualidad se exacerba a escala mundial: «La mente ha de ser bien nutrida, pero se ha de dar con el desarrollo del cuerpo, buena casa a la mente»» (7), fue una de las máximas de nuestro Héroe Nacional, en cuanto a la práctica deportiva se refiere.

El acceso a la práctica democratizadora del deporte es digno de resaltar en el pensamiento martiano, lo que al menos en la región no ocurrió durante el período de vida del intelectual cubano debido a que las élites político-económicas mantenían una posición clasista sobre la actividad deportiva.

Con el triunfo revolucionario de enero de 1959 las nuevas autoridades en la figura de Fidel Castro y del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) transformaron el deporte en derecho genuino del pueblo cubano, que cada día adquiere mayor reconocimiento no solo por sus campeones y medallistas mundiales, sino por sus valores éticos comprometidos con los ideales del olimpismo internacional.

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