Leyendas

El Judío errante de Caibarién

judio

Cuentan que a finales del siglo XIX llegó a Caibarién un artista bohemio, nómada y alcohólico empedernido, del que jamás ningún caibarienense de esa época conoció su verdadero nombre, ni procedencia, y muchos suponían que era español, así que  decidieron apodarle: «El judío errante»

Afirman que en principio le conocían como el pintor, un buque que desde La Habana llegó al Puerto de Caibarién cargado de mercancías, del que descendió este pintoresco y enigmático personaje, quizás porque viajaba como polizón.

Muchos conocieron al Judío errante de Caibarién, muchos tuvieron la oportunidad de apreciar su obra, en cuadros, en rótulos que decoraban los establecimientos comerciales de la época, o en una cartulina pintada con la colaboración del dibujante y pendolista Bernardo Castanera, dedicada a «Ss, Iribas, Lachiondo y Ca». En estos sitios el Judío errante sentaba plaza, para pintar a cambio de comida, hospedaje, unas cuantas botellas de aguardiente, y algunos céntimos.

Así pintó el famoso rótulo de «El Marino», en la panadería y tienda de víveres de Don Pedro Bilba. Aseguran que realizó esta obra en total estado de embriaguez, subido en una escalera, haciendo alardes de equilibrista con la lata de pintura y el pincel en las manos. Ahí dejó el Judío errante su impronta, a la derecha un paisaje cubano repleto de palmeras, ríos y montañas, y a la izquierda la fortaleza de «El Morro» con un barco entrando a la Bahía de La Habana y la Luna saliendo en el fondo.

También en la pared del mostrador de la tienda de víveres de Don Pedro Bilba, el Judío errante dibujo un óvalo alargado, con círculos en los extremos llenos de flores, y dentro de la figura geométrica plasmó la Batalla de Santiago de Cuba, durante la Guerra Hispano-Cubana-Americana, donde, en principio los buques norteamericanos se hundían, envueltos en humo, cañonazos, estallidos de granadas y sus tripulante se tiraban al agua y morían ahogados. Mientras los barcos con bandera española salían triunfantes del combate.

Para infortunio del Judío, en la Batalla de Santiago de Cuba, la escuadra española fue derrotada por la estadounidense, y el pintor brocha en mano tapó con pintura su bellísima mentira imaginada desde su patriotismo hispánico.

En la bodega de Iribas, Lachiondo y Ca, entre otras obras, pintó el famoso «Ãrbol de Guernica». Mientras la tienda de Pancho Caveda, en la esquina de Cuba y Goicuría, también conoció de sus mágicos pinceles.

Los temas preferidos por el enigmático artista eran las marinas y las escenas de la campiña cubana. En el salón de la barbería de Don Cesáreo Maya, ubicada en la calle Jiménez, entre Céspedes y Maceo, había cuatro cuadros del Judío errante.

El primero, era una marina que representaba una goleta con todas sus velas desplegadas entrando a la bahía de «El Morro». El segundo, una marina también, cuya escena plasmaba el lance tirado por pescadores cerca de Cayo Ratones y a la derecha, un vivero con la vela izada. El tercero, trataba con arte magistral una escena campesina, donde podía aparecía una carreta tirada por bueyes que atravesaba un puente, entre palmeras, llanos y montañas. El cuarto, y último cuadro dejaba ver a un cazador en plena faena cercano a una laguna.

Aseguran los expertos de la época y más acá en el tiempo que, el Judío errante  dominaba bien las perspectivas, la composición, el balance, el tema, entre otros aspectos de las artes plásticas. Para ser español ambientaba muy bien el paisajismo cubano y las marinas. Su obra muy comercial, siempre destellaba maestría, aún cuando pretendía llamar la atención de transeúntes y clientes de los establecimientos donde pintaba. Sin embargo sus pinturas rompían el romanticismo para redundar en el impresionismo naciente.

Se recoge en la oralidad de Caibarién, que un día que amenazaba tormenta, el Judío errante se detuvo justo en el centro del parque, donde ahora está la glorieta, alzó sus brazos al cielo a modo de rezos poco ortodoxos, y fue la última vez que se le vio.

Así como llegó partió, con el efecto de estrella fugaz para dejar atrás un rastro de inexplicables misterios y sus obras a las que el deterioro del tiempo pasó cuentas. De este legendario personaje solo queda en los memorias de esta villa, la leyenda del Judío errante de Caibarién.

Fuente:

-Original del manuscrito de Clotildo Rodríguez Mesa (páginas 17-22), propiedad del Licenciado Lenin Flores Márquez, así como la investigación histórica realizada por este coleccionista.

Foto tomada de Internet

Yudith Delgado Rodríguez

Yudith Delgado Rodríguez

Periodista, directora, locutora y guionista en CMHS Radio Caibarién.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *