Cultura

Revolución, cine y cultura

El ICAIC como trinchera cultural, en plena Guerra Fría y bajo el bloqueo estadounidense, se convirtió en un bastión de la cultura antiimperialista

El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) fue creado el 6 de agosto de 1959. Su fundación no fue solo un acto administrativo, sino una declaración de principios: el cine como herramienta de transformación social, educación y un arma de resistencia cultural.  

Antes de 1959, el cine en Cuba estaba dominado por producciones extranjeras (principalmente estadounidenses y mexicanas) y pocas obras nacionales con alcance limitado. La industria cinematográfica era incipiente y comercial, sin una visión artística o política definida.  
La Revolución, liderada por Fidel Castro, entendió que el cine era un medio masivo para construir identidad y conciencia. El ICAIC nació bajo la Ley 169, convirtiéndose en la primera institución cultural creada por el gobierno revolucionario, incluso antes que el Ministerio de Cultura.  

Alfredo Guevara, su primer presidente, fue clave en moldear el ICAIC como un espacio de vanguardia artística y crítica social. Bajo su dirección, el instituto promovió el cine político y revolucionario con documentales de ilustres como Santiago Álvarez.

Películas como «Memorias del subdesarrollo» (1968, Tomás Gutiérrez Alea) exploraban contradicciones de la sociedad cubana posrevolucionaria. La formación de nuevos cineastas tuvo lugar en escuelas y talleres, rompiendo con el elitismo del cine tradicional.  
El ICAIC como trinchera cultural, en plena Guerra Fría y bajo el bloqueo estadounidense, se convirtió en un bastión de la cultura antiimperialista. Promovió colaboraciones con el cine latinoamericano (como el argentino Fernando Birri o el boliviano Jorge Sanjinés) y defendió un cine no comercial, pero profundamente popular.  

Su aporte es indiscutible, con más de 1,200 documentales y 150 largometrajes en sus primeras décadas, festivales como el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (creado en 1979), y figuras como Humberto Solás («Lucía»), Sara Gómez («De cierta manera») y Julio García Espinosa («Por un cine imperfecto»).  

La historia del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos permite debatir sobre el arte como instrumento de cambio, los límites entre creación y propaganda, y el rol del cine en la memoria colectiva.

Hoy, frente a nuevos desafíos tecnológicos y económicos, su legado sigue siendo un espejo crítico de Cuba, y una manera de mostrar nuevas formas de hacer.

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