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Memoria y desmemoria en tiempos duros

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Los archivos incluso son mentales y descansan en la memoria viva de la gente

Los archivos son mucho más que la memoria de la gente, ahí germina la identidad de pueblos que se niegan al silencio. Desde que tengo uso de razón, en la ciudad de Remedios las piedras hablan. En cada esquina de esta villa que creció entre el temor a los piratas y la afirmación patria persiste la herencia de permanecer. No solo hay que ver los documentos, aquellos registros legales de una época; sino las huellas fantasmales de una existencia que reúne a lo más valioso. Los remedianos, desde muy temprano en su modernidad, instituyeron un respetable Archivo Municipal que incluye toda la región histórica, esa que va más allá de las circunstancias y de la suerte.
Por eso es que entiendo cuál es la función de esos salones llenos de papeles, donde trabajan personas consagradas al tiempo que ya pasó. Para cualquiera que no posea sensibilidad suficiente se trataría de una pérdida de sentido, pero quienes hemos entrado en las instituciones y compartido la pasión tenemos bien claro que no existe nada desligado de su genealogía. Así se comprende que tanto Remedios como sus poblados aledaños posean en ese local casi todo lo que concierne a la evolución de las propiedades, la mercedación de solares e incluso el crecimiento de la trama urbana con sus causas y avatares. No podemos hacer una radiografía coherente de la vida sin que vayamos a los orígenes y busquemos allí, en la tormenta perfecta de la historia, los símbolos que hemos perdido y que debemos recuperar. Los cubanos, que hemos tenido una vida azarosa, que vimos nacer las ciudades en medio de un proceso de conquista y de colonización, trabajamos con devoción absoluta la tarea de dignificar nuestro devenir como pueblo. Varias son las villas que perdieron archivos o se quemaron, pero la huella pervive en la sensación de inmortalidad y de esperanza.
Sin ir más lejos, en Remedios se fueron por el caño de la desmemoria varios de los documentos que contaban el devenir de la villa. Primero, en los choques con Santa Clara, que hicieron que los remedianos que emigraban hacia el interior de la isla se llevaran los archivos. Luego, como parte de los asaltos, de las guerras intestinas; la villa del polvo colorado padeció del pillaje que la despojaba. Durante la última contienda, cuando los rebeldes del Movimiento 26 de Julio atacaban el Ayuntamiento, se produjo un incendio que dio cuenta de gran cantidad de actas. La historia a veces es despiadada con la memoria y por eso nos quedan apenas hilachas. Pero en el caso de Remedios, la resistencia y el sentido les dieron a esos documentos varias vidas y hoy se puede contar con un archivo que rescata todas las fuentes y que siente sobre sus hombros el peso de tales fantasmas tan necesarios.
¿Qué estamos haciendo los cubanos para replicar el ejemplo de Remedios en todo el país? He estado en varias ciudades de importancia y cuando más desarrollo o sentido del cosmopolitismo se viven menos interés persiste en las nuevas generaciones por lo identitario. Más que un vicio de los momentos que corren pareciera una maldición que condena a la isla a su némesis. Hay, en este caso, que recurrir a las sombras o a las personas muy mayores para rescatar del olvido aquello que tiene valor. Los archivos no solo son los locales en los cuales se guardan papeles bajo ciertas condiciones de conservación, también lo son los entornos humanistas como un edificio o un monumento, una tumba de alguna envergadura o incluso un paisaje natural. Hay que abrir el diapasón acerca de lo que implica un valor histórico y vernos tal y como somos. Los archivos incluso son mentales y descansan en la memoria viva de la gente, que tiene el deber de contar a sus hijos y nietos.
Así, las tradiciones, las anécdotas y todo lo que es valioso han pasado a los registros de la humanidad. Creer en el poder de la palabra escrita o impresa como único documento o evidencia es darnos un tiro en el pie en materia de valores y de construcción de lo que somos. Aquí se establece un sentido diferente de la identidad, uno que no va a las regiones consabidas, sino que piensa en las sombras, en los tejidos en apariencia muertos de la sociedad. Esas zonas preteridas nos hablan de personas que permanecen en la mudez y que sin embargo detentan determinados valores.
Para hacer un país no basta con las industrias, la economía o las leyes; sino que la gente debe saber qué hacer y para ello los referentes se hallan en el pasado. Una nación que borra lo que fue no puede ser en el presente. En tiempos duros en materia de honra, mantenerse en todos los cabales es un poderío considerable, incluso un riesgo para la vida; pero quizás no nos dejan más opción ante lo cruel del destino de los pueblos pequeños. Esa endeblez nos ha llevado al crecimiento, a la búsqueda y por ende a vertebrar una esencia que algunos proclamaron perdida.
Allí, en tales entresijos a veces intangibles, está el verdadero archivo.

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