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¿Seguiremos siendo cómplices?

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Por: Félix A. Correa Álvarez

En el malecón de nuestro Caibarién, un espectáculo macabro se desarrolló ante mis ojos. Dos jóvenes cazaban impunemente pelícanos y otras aves marinas, una práctica despiadada que revela una falta de empatía por la vida silvestre.

Estos crueles cazadores atrapaban a las majestuosas aves aprovechándose de su ingenuidad y necesidad de alimentarse. Con técnicas desalmadas, enredaban a los pelícanos con anzuelos y los arrastraban hacia la costa, donde los sometían a un tormento innecesario, retorciendo sus alas y dejándolos indefensos en el suelo, todo por satisfacer su propio capricho.

Lamentablemente, este incidente no es único. La caza furtiva de aves marinas es una práctica extendida en muchas comunidades costeras, ya sea para autoconsumo o para obtener beneficios económicos en el mercado negro. Sin embargo, esta actividad no solo pone en peligro la supervivencia de estas especies, sino que también afecta negativamente a todo el ecosistema del que forman parte.

En Cuba, las aves marinas desempeñan un papel fundamental en la zona costera. Desde la oscura silueta del rabihorcado planeando sobre playas y lagunas salobres, hasta la grácil corúa de mar descansando sobre troncos mientras se seca al sol con las alas extendidas, estas aves son parte inseparable del paisaje marino.

Los pelícanos, gallegos y las gaviotas, son sin duda las más populares entre los habitantes de nuestras costas. Como depredadores, controlan las poblaciones de peces y contribuyen a mantener la salud de los arrecifes de coral y otros hábitats marinos.

Además de la caza furtiva, estas aves enfrentan numerosas amenazas, desde la contaminación y la destrucción de hábitats hasta el cambio climático. Es crucial tomar medidas para protegerlas y preservar su hábitat. La continua educación ambiental en la comunidad, así como la implementación de leyes y regulaciones más estrictas para prevenir la caza furtiva y proteger las áreas de reproducción y alimentación de las aves marinas, son pasos cruciales en este sentido.

Al reflexionar sobre este trágico incidente ocurrido en Caibarién, nos enfrentamos a una verdad incómoda: como seres humanos, tenemos el poder de destruir o preservar la naturaleza que nos rodea. La pregunta es: ¿cómo elegiremos usar ese poder? ¿Seguiremos siendo cómplices de la destrucción de nuestro entorno, o nos levantaremos como guardianes de la vida en todas sus formas?

En última instancia, la elección está en nuestras manos. Podemos optar por perpetuar la devastación y el sufrimiento, o podemos optar por la compasión y la conservación. La decisión es nuestra, y el futuro de nuestro planeta depende de ella.

Imagen: EnzoCuba.

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