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América Latina y el Caribe es zona de paz, por voluntad expresa de sus pueblos

Diez años después de aquella histórica reunión de la Celac, Estados Unidos, principal agente desestabilizador en el mundo, está involucrado, directa o indirectamente, en más de una decena de conflictos
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Durante la época de la globalización neoliberal, los medios de comunicación e internet se convirtieron en eficaces herramientas de dominación. Pero eso no excluyó el uso de la guerra convencional, para la aniquilación de los adversarios del imperio; todo lo contrario.

La otan se convirtió en una «máquina de guerra andante que provoca el caos dondequiera que vaya», como recién afirmó el vocero del Ministerio de Defensa chino, Wu Qian.

Fue en ese contexto belicista que los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, reunidos en La Habana, en ocasión de la ii Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014, declararon a América Latina y el Caribe como Zona de Paz.

El acontecimiento, de un valor trascendental, marcaba la posición de los pueblos latinoamericanos y caribeños, a favor de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de nuestra región.

Un claro ejemplo de lo oportuno de esa proclamación fue la orden ejecutiva 13692, de Washington, el 8 de marzo de 2015, más conocida como «decreto Obama», que calificaba a Venezuela como «amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de los Estados Unidos de América».

Recientemente, la Mesa Directiva de Parlatino ratificó. en todos sus términos, la histórica Proclama, acontecimiento que recibió de inmediato el apoyo de la Mayor de las Antillas. «Cuba está plenamente comprometida con la solución pacífica de las controversias y la paz regional e internacional», expresó en x el miembro del Buró Político y canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla.

Con anterioridad, había denunciado las declaraciones del Subsecretario Asistente de Defensa de ee. uu., en Guyana, que exaltaban la intensificación y el incremento de la capacidad militar estadounidense en la región.

Los latinoamericanos y caribeños ya conocían de la sentencia de Fidel, quien señaló, en el epílogo del libro La Paz de Colombia, que «Estados Unidos no es amigo de los pueblos de América Latina. Durante más de un siglo y medio intervino en sus asuntos internos, les arrebató territorios, saqueó sus recursos naturales».

Diez años después de aquella histórica reunión de la Celac, la Casa Blanca, principal agente desestabilizador en el mundo, está involucrada, directa o indirectamente, en más de una decena de conflictos.

Más de 800 bases e instalaciones militares posee Estados Unidos con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en todo el mundo, 70 de esos enclaves están ubicados en la región de América Latina y el Caribe.

Debemos tener en cuenta, además, que aires de guerra soplan desde las filas del Partido Republicano, que amenazan a México con violar su frontera norte, con el pretexto de la inmigración ilegal y el combate a los cárteles de la droga.

Por otro lado, la presencia de la jefa del Comando Sur, la general Laura J. Richardson, en Ecuador, constituye motivo de aprensión para muchos en la región.

Que no sea el destino del mundo el silencio de los camposantos, ni la paz del imperio un remedo de convivencia internacional. América Latina y el Caribe es zona de paz, por voluntad expresa de sus pueblos.

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