Por las infancias

¿Arroz con leche se quiere divorciar?

Cada día, los infantes se ven expuestos a una excesiva erotización y asumen funciones propias de edades muy superiores con peligrosas consecuencias para su normal desarrollo

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 «Manos a la pared, así mismo, dale, muévete, muévete. Ahora para el piso y «¡cintura!». La niña de apenas cuatro años que usa tacones y luce una carita colorida, «perrea» como la más experta reguetonera en la sala de la casa. A su alrededor, la guía impulsora de su madre mientras familiares y vecinos aplauden y ríen las «proezas» de la pequeña.

A primera vista, esta escena podría pasar por la más común e incluso ingenua en los hogares cubanos, sin reparar el daño que encierra este comportamiento «adulto» en menores.

«La verdad no veo nada de malo. Mi hija baila bien y se lo halago, ella oye una canción de reguetón y se desorbita, mírala, «¡si ya parece una mujer!», me comenta Mercedes, ajena a los posibles comportamientos futuros de su descendencia.

Cada día, los infantes se ven expuestos, con la mirada cómplice de sus progenitores y en la mayoría de los casos de forma inconsciente, a una excesiva erotización y asumen funciones propias de edades muy superiores con peligrosas consecuencias para su normal desarrollo.

La falta de conocimiento acerca del tema y sus repercusiones en la conformación del carácter hacen de estas manifestaciones un centro de atención, en tanto los paradigmas impuestos por la publicidad y otros medios de comunicación son tremendamente influyentes en cuanto a modelos a imitar y valorar.

El fenómeno está condicionado, en gran medida, por el asedio musical y los animados extranjeros. En los videos clip de reguetón, por ejemplo, no vemos una mujer femenina sino sexuada, exhibiendo su cuerpo. En todos los ámbitos hay una avalancha de información que no les compete ni están todavía preparados para decidirse por ello.

Claro, no se trata de estar «enchapados» a la antigua, pero sí de no avivar el fuego de conductas precoces inadecuadas para la inocencia propia de la edad; aunque ya le hayamos dicho adiós a las cintas, y los pantalones a la cadera, provocativas minifaldas y hasta ropa de playa diminuta ocupen el lugar de las batas. Para cada ciclo hay sellos, simbologías, saberes, música, canciones y bailes.

Esta alarma suena a nivel mundial, no es un fenómeno privativo de nuestra tierra, pues en la actualidad, cuando la dinámica de vida alcanza dimensiones vertiginosas, los ciclos de crecimiento, otrora claramente delimitados, están perdiendo sus fronteras. Día a día se torna más difusa la línea que separa la niñez de la adolescencia y la adultez.

Entre la educación familiar y las normas socialesexiste una vinculación estrecha. Si a nivel social el medio está cambiando, la familia y las formas de ver las cosas también lo hacen. Esto incide totalmente en la forma de expresarse, en la forma de ser; por lo tanto, las normas morales se transforman.

De esta manera, los más pequeños comienzan a saltar etapas fundamentales para su desarrollo ulterior, lo cual reduce su campo de experiencia e impide brindar tiempo, espacio y energías a las actividades que sí les corresponden por su edad.

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Al final, lo más significativo es que desde el hogar se ponga en una balanza por una parte la moda y por otra, el desarrollo de aptitudes para potenciar sentimientos, valores humanos y creativos y así, restar importancia a otros aspectos negativos.

Como sentenciara un padre alarmado: «Ahorita hasta las canciones infantiles cambian, no se extrañe usted de oír que Vinagrito es un gatico que baila reguetón, estaba la pájara pinta maquillándose en su verde limón o arroz con leche se quiere divorciar».

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