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Héroes del momento, héroes de siempre

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Abundan en las redes los reconocimientos a la labor del personal de salud en la gravísima situación que enfrenta el mundo. Las muestras de entrega, sacrificio y profesionalidad de cientos de miles de médicos, enfermeros, laboratoristas, técnicos y ayudantes, que se han prodigado en hospitales, clínicas y disímiles ámbitos para enfrentar la propagación del nuevo coronavirus, han emocionado a millones de personas.

Algunos creen que merecen monumentos. Otros creen que son los héroes del momento.

Bienvenida esa pública demostración de estima y admiración, ese agradecimiento popular. El personal médico lo merece de sobra. Ojalá que no hubiera que esperar a circunstancias como estas para manifestar tanto cariño y gratitud.

En definitiva, los médicos y enfermeros no solo son los héroes del momento; son los héroes de todos los momentos.

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Orgullo debieron sentir los cubanos cuando pudieron ver en televisión el cálido recibimiento que le tributaron los italianos a la brigada médica destinada a Lombardía. Esa es la solidaridad por la que claman las organizaciones internacionales para enfrentar la pandemia.

Hay quien dice que es una operación propagandística del gobierno cubano; hay quien afirma que esas personas viajaron a Italia por un interés económico.

Como si lo que les pagaran los hiciera ricos. Ojalá así fuera: todo dinero que un estado le paga a un trabajador de la salud pública será siempre poco.

Pero los médicos cubanos que ahora luchan contra el avance del virus en Italia no están allí por jugosos contratos, no están allí «por conocer Europa» (tonterías como esa se pueden leer también en las redes). Están allí, primero que todo, por una vocación ética» la misma que defienden tantos médicos de todas las nacionalidades, la mayoría.

Asumir que los móviles de un profesional de la salud son fundamentalmente económicos implica un asombroso desconocimiento de las singularidades de un ejercicio por esencia humanista.

La medicina es «debería ser» servicio público. Mercantilizarla «que es lo que defienden algunos adalides de cierto capitalismo» es negar a millones un derecho fundamental.

Se ejerce la medicina «se debería ejercer» partiendo del deseo y la voluntad de hacer el bien» por el mero placer de hacerlo. El premio mayor es contribuir al bienestar de los demás.

Por eso es una profesión para elegidos.

Algunos de los profesionales que viajaron a Lombardía ya estuvieron en África luchando contra el ébola. Era, hasta cierto punto, una misión más peligrosa. Hubo quien puso en duda entonces la pureza y el desinterés de las intenciones, de la disposición.

Habría que hacerse y responderse algunas preguntas: ¿Era necesario acudir a luchar contra la pandemia? Era necesario. ¿Era peligroso acudir? Era peligroso. ¿Por qué entonces cuestionar a los que acudieron?

A lo mejor no se entendió o no se entienden las motivaciones de un gobierno para prestar el servicio. Ese es otro debate (y ese gobierno puede ofrecer argumentos sólidos para defender sus decisiones).

Pero, ¿con qué moral se juzga a un médico?

No todo el mundo tiene la capacidad para ser un héroe. Algunos ni siquiera están capacitados para comprender el heroísmo cotidiano. Convendría tener, al menos, sentido común» que basta para mostrar respeto por el sacrificio ajeno.

Para los médicos, aplausos.

Para los médicos, reconocimiento público.

Para los médicos y científicos, los mejores salarios.

Ahora y siempre.

Velar por la salud del prójimo no es un simple oficio, es un sacerdocio.

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