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¿A quién beneficia el desorden de los precios?

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El bache productivo de la Agricultura a partir de mayo no ha desaparecido.

Recorrí varios mercados el 21 de mayo, los precios agobian como siempre. La cebolla no baja un centavo, las viandas escasean, veo yuca en un mercado arrendado, Y-4, la compro y no se ablanda aunque el vendedor me había jurado que sí.

Un hombre mayor se acerca con 30 pesos en la mano y le dice: «Dame una yuca que pese una libra». Deduje que era para su almuerzo.

El chopo o cabeza de malanga xanthosoma que antes se quedaba en los pilones de los campesinos, y casi siempre pica, se oferta al abusivo precio de 50 pesos la libra en un mercado estatal.

Es normal que el tomate suba de precio en mayo, pero ha llovido poco y queda, lo inexplicable son sus precios diversos. Aproximadamente a la misma hora, de 9 a 10 de la mañana lo vi a 120 pesos la libra en dos mercados arrendados, a 100 pesos en un mercado estatal, y escuchen esto, a 50 pesos la libra, de similar calidad, ofertado por un joven carretillero en la esquina de Estrada Palma y Paseo de la Paz. Su tomate es a 50, pero el boniato lo vende a cien pesos la libra, violando el precio tope aprobado. ¿Quién puede explicar tan grotesca diferencia de precios para un tomate de similar calidad?

¿Quién va a resolver estos dislates? ¿A quién le conviene este desorden? ¿Quién fiscaliza precios y calidad de los productos?

Espero que nadie venga con la letanía de que eso solo lo resuelve la abundancia, que estoy hablando de un tomate de similar calidad, a precios abismalmente diferentes, a la misma hora, y solo a metros de distancia.

Antes de la llamada “Nueva política de comercialización de productos agrícolas”, Acopio era el rector, y aunque había violaciones de precios, al menos el consumidor tenía a quién quejarse, cuando compraba un producto deteriorado como de primera calidad.

Confieso que no conozco a quién nos podemos quejar ahora.  El desorden solo sirve a los que buscan pescar en río revuelto, porque perjudica incluso al Estado al distorsionar el fisco, porque nadie sabe lo real vendido.

Como he dicho muchas veces, el que produce quisiera saber, antes de sembrar, a cuánto le pagarán su producto; el consumidor, a cuánto lo tendrá que pagar.

Los que defienden este libertinaje de precios desordenaron hasta la papa. Creo que el silencio sobre estos temas de máxima sensibilidad desacredita, resta autoridad, reduce base social.

Quien tenga otra verdad, debiera defenderla con argumentos que convenzan.

(Jesús Álvarez López)

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