¿Zona de amigos o falta de madurez?
En realidad, la llamada friendzone es un espejismo de quien elige sufrirla, sobre todo por inmadurez. No es una categoría de relación, sino un estereotipo reforzado en el imaginario popular moderno, aunque haya existido desde siempre

Un joven de Manzanillo escribió a nuestro espacio interesado en un concepto que las redes han puesto de moda porque, según él, describe su situación con una muchacha que le apasiona y prefiere no darse por enterada. Su dolor es que la chica lo trata bien, pero él no está interesado en cultivar amistad, y le mortifica que lo tome como alguien más en su vida.
En realidad, la llamada friendzone es un espejismo de quien elige sufrirla, sobre todo por inmadurez. No es una categoría de relación, sino un estereotipo reforzado en el imaginario popular moderno, aunque haya existido desde siempre.
Cualquier temor a «caer» en tal distanciamiento es tan irracional como el miedo infantil al Coco, advierte una interesante reflexión feminista que circula en las redes: ese frío metafórico al que supuestamente te exilia una persona cuando no tiene un interés romántico hacia ti, te priva de disfrutar de una auténtica relación afectuosa que puede ser buena para ambos sin necesidad de cambiar de roles.
Lo común en estas historias es que una parte sí tiene claros sus sentimientos y, aún consciente del deseo ajeno, prefiere no precipitarse en una intimidad sexual que no le entusiasma solo por cuidar el ego o ayudar al otro a anotarse «una más».
¿Hasta qué punto es responsable esa muchacha de tu aparente zona de «castigo o espera»? ¿Es malévola su decisión de tratarte con familiaridad en el trabajo, invitarte a fiestas y paseos, preocuparse por ti o pedirte consejos como amigo?
No importa el género de quien se crea «congelado»: es una ilusión machista esperar que todas las personas que te gustan deban involucrarse contigo de manera romántica o sexual, y más aún medir la hombría en función del número de conquistas, como si cualquiera debiera convertirse en objetivo a caer.
Al joven manzanillero le sugerimos ponerse en el lugar de su coterránea: ¿Acaso él está obligado a cumplirle a toda mujer que lo procure?, preguntamos, y admitió que también ha soslayado potenciales parejas, pero prefiere «cortar por lo sano» para no confundir, y sacrifica sin temor esa amistad.
Si eso es lo que consideraría honesto, ¿por qué no toma la iniciativa y se aparta de esta muchacha? ¿Por qué interpreta mal su aprecio y alimenta esperanzas sin señales de fiar?
La sicóloga Mireya Beltrán, colaboradora de nuestra sección, sugiere clarificar los sentimientos de una vez y no dejar el vínculo a interpretaciones ambiguas: «Si te dice que no le interesas como amante, pero tu amistad le hace feliz, es tu decisión esforzarte para validar ese espacio común, en vez de sentirte víctima de la situación», aconseja.
De otro modo, si crees que no puedes soportar la cercanía con alguien que te gustaría para pareja, es mejor alejarte. Pero esa también es tu decisión: no puedes culpar a nadie de no corresponderte ni hacerle cargar con tu frustración.
Tal vez si te dieras la oportunidad, aprenderías a disfrutar lo que la vida te ofrece de esa persona que admiras, aunque eso implique dejar ir una expectativa romántica que muchas veces no suele ser profunda ni duradera, a pesar de su intensidad en las etapas de la adolescencia y la juventud.
Numerosas personas que han escrito a nuestra sección en situaciones parecidas y decidieron dar ese salto de fe, agradecieron luego la paciencia de quien les ofreció su amistad sincera y le ayudó a convertir en genuino afecto filial una atracción erótica no reciprocada.
«Hay personas valiosas que quisieras tener en tu vida, pero dudas de su madurez para aceptar verte de esa manera y eliges no hablarle claro: solo dejas al tiempo la evolución de sus sentimientos. Eso también es lícito, pero sin jugar con ellos ni crear falsas esperanzas», asegura Beltrán.
«Si no es posible mantener ese límite de manera cordial y sientes que se harán daño, lo mejor es apartarle con firmeza», recomienda, a la luz de las consecuencias que puede desatar una adicción hacia determinada persona, alimentada en ciclos de rechazo, esperanza e ilusión ambigua.
De cualquier modo —insiste la también Máster en Siquiatría social y comunitaria—, no debemos responsabilizar a la otra parte de nuestro bienestar emocional. Cada cual debe valorar por sí mismo si le hace bien o no mantener esa cercanía y tomar una decisión. «No eres un ente pasivo en esa historia, ni debes asumir que la otra parte disfruta tu sufrimiento.
«El ego siempre quiere forzar las cosas, no admite sentirse rechazado o insatisfecho en sus expectativas», advierte, e invita a comprender que sí puede haber amistad sin atracción. Sin importar el género, nace la admiración, el cariño, la amabilidad… pero no pasa de ahí. «Hay cosas que son solo hasta un punto y es perfecto», acota la máster Beltrán.
