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Tribulaciones de un pionero de la Radio en Cuba

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Manuel Álvarez Álvarez (Manolín) se sitúa como uno de los pioneros de la radio en Cuba y Latinoamérica, mucho antes de que se regularizaran las transmisiones en gran parte del mundo, a excepción de países como Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.

La primera imagen que nos ofreció Emma Álvarez sobre su padre fue la de un españolillo recorriendo las minas de la región asturiana de Santiago de Ambás, Carreño. El pequeño Manolín había nacido con luz de ideas, el 28 de septiembre de 1891, y una picardía innata le impulsó a la investigación en cada uno de sus pasos. A ese niño sagaz, que hacía correr espantados a los mineros con solo chasquear piedras de pedernal simulando luces fatuas, le debe Cuba varios de sus bautismos radiales en Caibarién.

Cuando el peso de los años lo obligaba a forzar la memoria, Manolín contaba que en su pueblo natal existían tres minas de hierro, y el ingeniero encargado de esos lugares, un señor llamado Mateo Solís, vivía en su casa. En ocasiones lo llevaba con él, y viéndolo trabajar en los talleres de mecánica, fue tomando afición por esta rama. Entró en contacto directo con los motores y su funcionamiento, y siendo aún un niño llegó a conocer los secretos de las máquinas. En 1905 sus padres decidieron enviarlo a Cuba para evitar que fuese llamado a filas en el Ejército Español. Ese mismo año partió a bordo del paquebote francés  Normandie y arribó a la isla  para residir junto a unos  tíos que vivían en Caibarién.

Al principio, Manolín se dedicó al comercio y la navegación. Con solo trece años precisó enfrentar la vida trabajando en las peores condiciones. El poco dinero que recibía lo empleaba en libros y materiales de consulta, así logró estudiar Ingeniería Eléctrica por correspondencia en una escuela española perteneciente a los señores Ramón y Emilio Agacino. En 1919 recibió el título de radiotelegrafista, construyó su primer radiorreceptor y sobre 1920 comenzó a realizar transmisiones radiales, al tiempo que construía varios radiorreceptores para vecinos ilustres del pueblo. Al respecto relató al periodista Jesús Díaz Loyola:

«Yo transmitía con discos ahí y no lo oían más que aquellos tres o cuatro hombres de Caibarién, pero de ningún lado yo recibía correspondencia, nadie me escribía, no había aparatos, no había receptores en aquel tiempo. Pero un día, no se que día fue al continuar el tiempo, pues me llaman, estaba yo tocando un disco, el disco Moraima, creo que es una obertura, y me llama un americano de Sancti Spíritus, de Tuinicú, diciéndome que yo le tocara el disco ese nuevamente. Eso fue lo único que pude recibir de todas aquellas experiencias que yo estaba haciendo. («) Pero siempre creía yo que esto tenía, que la radio tenía que progresar».

En ese período, Manolín se comunicó con algunas personas. Desde Colón, Matanzas (provincia del occidente cubano),  recibió una tarjeta postal, también intercambió correspondencia con un señor de apellido Rabelo, de Santiago de Cuba (Segunda ciudad en importancia de la isla, situada en la zona oriental).

Ya en 1920, transmitía con su planta de aficionado, que sería oficializada en 1923 con las siglas de 6 EV. Como aún no existía ninguna autoridad que controlara las transmisiones de radio en Cuba, se identificaba como Manuel Álvarez, de Caibarién.

Durante los dos años siguientes, recorrió todo el municipio y en plena calle demostraba las cualidades del nuevo invento. Transmitía de forma irregular a una y otra hora. Valga aclarar que todavía no se habían creado los sofisticados micrófonos, por lo que utilizaba un teléfono de la Bell (un auricular telefónico), al cual le ponía una bocina de cartón en la boquilla y con esto conseguía un sonido mejor),  pues entonces los receptores eran de galena y solo podían oírse mediante audífonos (llamados también teléfonos de cabeza).

Para dar a conocer la novedad de la radiotelefonía, Manolín comenzó un recorrido por varias ciudades del interior de la isla. En esta primera etapa hacía demostraciones y exhibiciones  en los teatros de las ciudades y pueblos, con un contrato previo firmado con los dueños de los locales. Por medio de un altavoz conectado a un amplificador de la Westing Electric, el auditorio escuchaba las transmisiones originadas fundamentalmente en los Estados Unidos. Esto lo convierte en todo un abanderado de la radiodifusión cubana, y puede corroborarse a partir de la documentación correspondiente a los años 1922 y 1923 donada por el asturiano a la investigadora Hilda Cabrera, residente en Caibarién.

Terminadas las funciones, Manolín recibía el dinero de la paga y lo utilizaba en la compra de los pasajes de tren para el siguiente pueblo en el que presentaría el espectáculo. Estas funciones lo llevarían hasta Victoria de Las Tunas (otra importante ciudad del oriente cubano).

En septiembre de 1923, el diario nacional el Heraldo de Cuba publicó un artículo dirigido al Secretario de  Gobernación cuyo texto decía: «Aquí hizo su aparición el Sr. Manuel Álvarez de Caibarién que dice traer un radio receptor con cuyo aparato puede oírse desde los Estados Unidos y otros lugares, mando aviso por si hay que tomar alguna medida pertinente contra ese señor. La nota era enviada por un corresponsal del municipio villaclareño de Placetas, y traducía el impacto que  causaban las exhibiciones por todo el país. Del mismo modo que cientos de personas se maravillaban por el nuevo invento, otras, incrédulas, solo insistían en buscarle la parte negativa.

Con la 6 EV, el asturiano radicado en Caibarién transmitió el primer evento deportivo en la historia de la radiodifusión cubana, en fecha tan temprana como el 14 de septiembre de 1923.

La 6 EV constituyó, igualmente, la primera emisora latinoamericana propiedad de una mujer, pues Álvarez la inscribió a nombre de su hermana Josefa. Igualmente, resultó la primera emisora cubana en enviar una tarjeta de felicitación a sus oyentes, con motivo del año nuevo, en diciembre de 1923.

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Aparato de radio construido por Manolín para el señor José Cabrera (en la foto). Caibarién, 1926.

En 1925, Manolín Álvarez cambió las iniciales de su planta 6 EV por las de 6 LO con 250 Watts de potencia y un mejorado equipamiento, construido mayormente por el propietario. Con esta emisora, comenzó a transmitir de forma habitual los juegos de la Serie Mundial del béisbol estadounidense, por lo que alcanzó rotundos éxitos durante las décadas del 20 y 30 y además, lanzó al aire por control remoto y por primera ocasión en Cuba,  una misa cantada, el 15 de septiembre de 1929.

A la vez, se convirtió en el principal agente comercial de las firmas distribuidoras de radiorreceptores en el territorio y realizó importantes innovaciones para las sucursales nacionales de las agencias Phillips (1925) y Todarson (1930).

La 6 LO se mantuvo en el aire hasta 1930, cuando Manolín construyó una nueva planta bajo las siglas CMHD. A partir de entonces, continuó la transmisión de diversos programas, transmitió de forma experimental, en 1931, el audio de películas; integró la primera cadena de la radio cubana en 1932 y, al año siguiente, lideró la cadena Guajira (formada por tres plantas del centro del país), para transmitir eventos deportivos.

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Manolín llegó a ser el radioaficionado más anciano del mundo. En la foto, un hérreo de plata obsequiado por el gobierno de su ciudad natal

A pesar de ser una emisora municipal, la producción radial caibarienense en el período incluyó todas las modalidades de programas donde destacaron los conciertos musicales, programas variados y de participación, infantiles, dramatizados, concursos artísticos (o para la audiencia), charlas, conferencias y programas políticos o instructivos, religiosos, humorísticos, campañas sociales, anuncios comerciales y sobre todo, transmisiones deportivas. Igualmente dio cobertura a los principales acontecimientos del territorio mediante transmisiones por control remoto, y mantuvo una constante relación con el movimiento artístico local, nacional y en alguna medida, internacional.

En 1941, la CMHD inauguró uno de los primeros radioteatros de Cuba, con 200 butacas y entrada gratuita,  por donde desfiló lo mejor del arte cubano entre 1941 y 1943. Sin embargo, este radioteatro nunca significó un negocio rentable para Manolín, quien decidió vender la planta al magnate mediático Gaspar Pumarejo, a finales de 1947.

A partir de entonces, se mantuvo trabajando de forma particular en distintos equipos de radiocomunicaciones, principalmente en los barcos que arribaban al puerto de Caibarién, y continuó las transmisiones con una potente planta de radioaficionado hasta su muerte en 1986 (llegó incluso a establecer contacto con el rey Juan Carlos de España y fue considerado el radioaficionado más anciano del mundo).

Un año antes de que falleciera, Manolín tuvo la oportunidad de presidir la inauguración de la emisora radial C.M.H.S., Radio Caibarién, continuadora de su legado.Texto e imágenes: Yudiel Menejia

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Manolín corta la cinta de la nueva CMHS
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Manolín Álvarez (27 de agosto 1985) durante la inauguración de la nueva CMHS

Yudith Delgado Rodríguez

Yudith Delgado Rodríguez

Periodista, directora, locutora y guionista en CMHS Radio Caibarién.

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